Me hubiera gustado saber cómo era mi abuelito paterno. También el materno, pero él murió cuando mi mamá era chiquita y ni siquiera sé como es su rostro... pero mi abuelo paterno vivió hasta el año 2003 y sin embargo, nunca lo conocí. Iba a su casa en navidad, preguntándome porqué estábamos prácticamente obligados a asistir, porqué nunca me miraba de frente ni me mimaba. Yo siempre me acercaba a mi abuelo con miedo, durante las fotografías, como si fuera un señor extraño, alguien que de todos modos, comparte un lazo (o mejor dicho compartía) conmigo. Me ponía seria a su lado, al lado de su silla de ruedas y esperaba al flash para luego correr y minutos más tarde, llorar, por los fuegos artificiales que dejaron de asustarme recién a los diez años.
La última navidad que pasé con mi abuelo, me regalaron un telescopio. Soy mala en números, yo solo recuedo que debía de tener siete años o algo por el estilo, quizás menos. Un telescopio que ya no sé en donde está y que usé solo un par de veces, en el escaso espacio de mi balcón y en el polvo de mi azotea. Hasta ahora me da algo de nostalgia recordar esa navidad, creo que se debe a que es el recuerdo más vívido que tengo de él. Siempre sentado en su silla de ruedas, mi abuelo no tenía piernas, las perdió en un accidente mientras iba a una fiesta, por lo que yo sé. Debió de ser horrible despertar y darse cuenta que no iría solo a ninguna parte nunca más. La casa del abuelo Ruperto siempre me pareció especial, yo a veces entraba a su cuarto cuando él no estaba, los maderos rectangulares del suelo solían salirse y yo los acomodaba, como un rompecabezas. Su baño era estrecho, de un color verde agua muy enfermo y siempre olía a jabón, no entraba casi nada de luz. Había una señora que lo cuidaba, tenía una hija llamada Karen que siempre me pareció lindísima, pero ya no recuerdo nada, salvo que siempre andaba con uniforme y tenía una voz casi inaudible.
Abuelo Ruperto nunca me sonrió ni me acarició la cabeza como los abuelos comunes. De alguna manera, yo no sé lo que es el amor de un abuelo, la única que sí lo demostró fue mi abuela materna, pero ella murió cuando yo tenía dos años y no recuerdo nada de ella. Las fotografías demuestran que me quería... aún me querría, a pesar de todo. Mi abuelo me miraba frío y al mismo tiempo, con un brillo triste en su mirada, como si yo le recordara constantemente, lo cerca que estaba de morir. Todos lloraron cuando se fue, pero yo no, a penas me sentí triste porque mi papá andaba apagado.
Vamos a verlo cuando podemos al cementerio, mayormente los domingos. Está enterrado con su esposa, a quien no conocí nunca, salvo por un retrato en sepia en el escritorio. Le dejamos flores, gladiolos rojos y yo dos rosas, una para cada uno.
En la casa del abuelo había un jardín con muchas flores muertas y cordeles para la ropa mojada. ¿Alguna vez logré jugar en ese sitio? ¿Lograré ver que aquel jardín, siempre representó y representará, el estado tan triste de mi abuelo?
Ay, Ruperto... mi papá te extraña.
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