sábado, 10 de julio de 2010

Perfumes Mortales

Nina llegó por la noche minutos antes de retirarme al teatro del colegio. Hacía frío afuera y el aire se sentía tan contaminado y usado como siempre, las luces de mi cuadra le daban un aspecto tan saturado como siempre, tan urbano y frío. Estábamos paradas en la puerta de mi casa mientras mi mamá terminaba unos asuntos al frente. El tema del partido fallido de Alemania salió a flote y antes de comentarle la mala pasada que había hecho alguien en el colegio después del gol de España, un hombre colosal se nos acercó, con una serie de pulseras colgando de sus brazos. Se detuvo a mirarnos y luego comenzó a hablar, diciendo que no teníamos porqué desconfiar de él, que sus intenciones eran buenas y que solo quería vender unas pulseras. Su manera de hablar estaba bien elaborada, como si lo hubiera practicado anteriormente, emanaba un olor a cigarro o a algo chamuscado que no supera reconocer. Mientras él hablaba lo analicé, ojos rojizos, dientes chuecos y amarillentos, la voz grave y un acento medio perdido como si por momentos se le entrelazaran las cuerdas vocales. No tardó mucho en colocarnos las pulseras y estaba insistiendo demasiado en que le compráramos sus pulseras con olores dulces, un perfume que según él era muy benigno y siempre ayudaría. Un miedo inexplicable me dominó y le di dos monedas para que se retirara rápido. Dijo que también leía las manos (quiromancia) con aires de despertar nuestro interés. Al ver el dinero contó las monedas, dijo gracias y se marchó, dejando una de las pulseras en mi mano temblorosa. Nina me miró y le dije que me quitara la pulsera de inmediato y tratando de tocarla lo menos posible la guardé dentro de mi cartera, diciendo que habría que quemarla lo antes posible, que nada de ésto podría significar algo bueno. Nina suspiró y me dijo que el hombre olía a droga. No pude estar más de acuerdo.
Cuando llegó mi mamá segundos después le contamos lo que había ocurrido, evidentemente el hombre había sido un gitano. Mi mamá olió la pulsera y negando lentamente dijo que era olor de brujería.
Con miedo de estar portando algo maligno llegué el teatro y pasé una noche espléndida con la función. Esa noche dormí en la madrugada sabiendo que había algo que me acompañaba. Quizás mi paranoia quizás algo peor.
Oré.
Y dormí en armonía y sin sueños hasta muchas horas después.

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