Tan fastidioso como un mini-viaje al infierno al puro estilo de Constantine, el Lunes comienza con sorpresas para todos. Algunas positivas, otras tan feas que da hasta miedo nombrarlas. A mí me llegó la sorpresa del año con un 20 en juicio crítico en el curso de Física. Amigos míos, el mundo se va a terminar muy pronto, ni si quiera he tenido un 20 en algún adorable curso de letras y ya me estoy dirigiendo hacia los extremos en cosas que nunca me fascinaron. Perfecto, el mundo está loco y ahora que terminó (¡GRACIAS!) el Mundial y el Waka Waka dejará de sonar en las radios (puedo apostarlo), podemos decir que todos regresamos a nuestra vida común y corriente. Nosotros los estudiantes nos regresamos a las horas de clases sin escuchar partidos por aparatos ilegales o correr en las soleadas pero frías horas de salida hasta el restaurante del grifo para ver cómo acabó el juego. Y los profesores... mejor para ellos, puedo dar muchos nombres de algunos que están felices que el Mundial se haya terminado, ahora ya no tienen con qué distraerse y pueden corregir los exámanes que medio mundo jala y la otra mitad aprueba. Así son las cosas, ya vayamos pisando tierra.
Pero hay otras que la verdad, con o sin Mundial, siguen siendo igual de detestables. Y no, no les voy a hablar de las clases de matemática (¡Saqué 14! ¡Por Dios!) o de lo útil que es saber las propiedades de una circunferencia en tu vida. Les voy a hablar del orgullo de las personas... en especial de las que tienen talento. Si yo fuera la persona más talentosa del mundo, podría jurar que no me la pasaría preguntándole a las personas cosas que evidentemente no saben solo para demostrar que soy mejor. Si tengo una voz superior a la de Sarah Brightman no tengo porqué decirle a la gente que canta en la ducha en qué tonalidad está. ¿Y a mí que me importa? Paf... la verdad es que hay ciertas personas con un orgullo demasiado mantequillado, pulido...
Vamos.
¿A ti que te importa en qué "calibre" se encuentre mi violín?
¿Es un pistolón acaso?
Inhalar y exhalar, nada está perdido ni nada se malogra por preguntas en blanco.
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