martes, 20 de julio de 2010

Friaje

A veces tenía que dejar su torpeza de lado para poder encajar en ese glamoroso mundo. Así de fácil. Reemplazar sus caídas por zapatos nuevos, su común salvaje desorden en peinados ordenados e inyectarse modales y risas adorables que le salían perfectamente bien. Nadie dijo que vivir en aquella sociedad era fácil, lejos de las invitaciones y de las cristalinas copas de licor caro no había nada más en el fondo. Como una caja de regalo que solo guardaba oxígeno viejo por dentro. Dentro de aquel mundo, podía sentir en carne propia lo que era extrañar a sus viejos y pequeños amigos del otro lado de ciudad. Esos infantes de uñas sucias, cabello descuidado y pies negros quienes recibían regalos de toda la gente de buen corazón en Navidad. Ella estaba incluida, quien sabe si lo hacía por buen corazón o por querer comprar una jubilación al cielo o despertar buenos comentarios. Esos niños le debían la vida y se aseguraban que nada la molestara cuando le tocaba meterse en esos barrios viejos, olvidados por las autoridades y cubiertos de miseria.
La nueva vida que tenía le impedía regresar. Tenía que cambiar a los infantes por los hermanos pequeños de sus nuevos amigos del club, Belle, la francesita que tenía a dos monstruos que compartían su sangre y se dedicaban a hacer agujeros en los patios del club con un escalofriante gran danés. Su padre estaba muy feliz con todo aquello, quién no deseaba estar en esos círculos, hablar de política, que sí, el presidente es un cabrón pero por eso viajamos al extranjero. Y estaba dentro del protocolo de ella hablar de política también, opinar sobre la economía del país, criticar positivamente el arte y lucir toda su inteligencia ante los hijos de los políticos que dejaban mucho que desear y se dedicaban a fumar Hamilton mientras escuchaban a "los grandes"tertuliar.
Y su madre, su pobre madre que tenía que aguantar esos zapatos en punta tan incómodos, los collares pomposos y preocuparse de mirar las carteras ajenas, quizás solo porque las demás señoras lo hacían o porque dentro de su propio ser, admiraba la gran vida que ahora se podía dar.
El friaje en Lima estaba siendo tan brusco que en la sierra los niños se morían por docenas cada día. En la capital, los noticieros y estaciones de radio organizaban colectas para mandarles algo a los pobres desafortunados. Al mismo tiempo, cerca de una tibia baranda de un elegante salón miraflorino, ella y sus padres escuchaban un discurso alentador a cerca del futuro.
El tiempo se pasaba lento y el clima era omitido gracias a aquellos abrigos de todas partes del mundo.
Pero nada podía disminuir el frío que carcomía el espíritu de ella, que entre aplausos y sonrisas a las esposas de los diputados, tragaba amargamente los recuerdos de su pasado.




1 comentario:

Chuchuik dijo...

cuando leí chocholate...

a ver...

¿con relleno o sin relleno?

-.-!