martes, 6 de julio de 2010

Aperitivo

Si crees que eres suficiente, no lo eres Amelia No eres lo suficiente buena como para acabar con mi vida, pero sí para consumirme hasta dejar un leve pedazo de mí respiando, de extraerme la sangre a besos nocturnos y a mordidas rojo vino.
Si pienso que soy merecedor de tu homicidio, estoy equivocado, Amelia. Estás para matarme todas las noches y torturarme por el día con la tentación encendida de tu cuerpo. ¿Por qué, Amelia? ¿Por qué anhelas mi trágico final?
Si la gente piensa que somos personajes incompletos, no se equivocan. Demuéstrame que al amanecer vas a desaparecer con la oscuridad que te formó. Amelia, nacida de las tinieblas, de las penas abandonadas que se formaron en deseo carnal ante tanto desgano. Y a nadie le preocupa ni le molesta, que seas una asesina profesional. Una mujer de sangre fría, muslos blancos y apetitos salvajes. ¿Qué soy yo... si no es tu entremés favorito? Soy tu bocado, tuya es la mordida directamente hacia la yugular como loba enfurecida, demoníaca tu tranquilidad cuando duermes a mi lado, como si no acabas de cometer el quinto asesinato de la noche. El quinto... no me acuerdo, no te acuerdas. Son éstas las cosas que ocurren cuando me olvido de quién eres, de lo que me haces, de cómo me manejas a tu antojo. Tienes la sombra del demonio y el rostro del ángel más puro de todo el firmamento... pero pureza es lo que más falta dentro de ti.
Cada poro, cada célula lujuriosa de tu piel maligna, cada órgano en perfecto estado... ninguno conserva la pureza con la que naciste, aquella que te duró unos años.
Hasta que llegué yo, hasta que llegaron ellos, los primeros, segundos, terceros. Hay puestos para recibir tus ardientes homicidios. No, Amelia, tú no conoces lugar, tampoco hora ni tiempo. No respetas las camas, tampoco las habitaciones de hotel, lo romántico te enferma.
Te gusta la violencia.
Te gusta que te grite lo maligna que eres, lo mucho que te amo, que te temo hasta límites de horror que nadie conoce. Lo que deseas lo consigues, a quien deseas lo perviertes, lo consumes, lo dejas en ruinas y te dedicas a sembrar maldad por donde pisan tus níveos pies. Voy a dejar que me consumas una vez más, que me destroces a mordidas, a rasguños, que me ahogues en la violencia que te encanta, te obsesiona, te hace sentir la líder, la mejor mujer del mundo.
Vienes bañada el luz rojo vivo sin frío ni consciencia, vacía de toda culpa, con los ojos bien abiertos dirigidos hacia un solo punto fijo y clavado en mi carne marcada por tus ataques:
Mi destrucción.







1 comentario:

tuumarcadeagua dijo...

Que bien que escribes, mi ídola.