2:50 a.m
Después de la fiesta
Adentro estaba frío. El auto avanzaba a toda velocidad y yo a penas podía distinguir la lluvia escurriéndose por el vidrio del parabrisas.
Estuve conduciendo por un rato y entonces aparecí en el asiento del copiloto, mirando a la nada. Absolutamente al vacío y a las ráfagas de colores que debía de ser la ciudad, distorsionada por la velocidad.
Entonces vi que no había conductor y que el auto seguía avanzado.
Me giré para ver hacia los asientos de atrás.
-El auto no tiene frenos.
Me miró, confundido.
-¿Qué vamos a hacer?
-Vete, yo me quedo.
A la mañana siguiente me desperté sin saber si fue un sueño o realidad, porque todo se veía absolutamente claro y hasta pude escuchar todo lo que escuché y sentir que decía todo lo que dije.
Al mediodía me di cuenta que solo fue un sueño.
Y nunca supe si en ese sueño me morí.
Solo se que él se salvó.
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