miércoles, 9 de mayo de 2012

Anotación #6



Un té parcialmente frío y por fin he instalado mi teclado en mi habitación, después de haber sacado los libros y el enorme librero que me saludaba todas las mañanas. Mi casa es otra pizarra llena de garabatos después de clase, remodelaciones por todos lados, ruidos extraños por las noches y los crujidos de los años que van mejorando con cada noche. 
Ya no puedo levantarme tarde ni tampoco dormir sin antes mirar por la ventana y preguntarme en porqué me siento últimamente tan extraña.
La semana pasada me compré un "anillo del humor". Hecho con cristales extraños, este accesorio se supone que cambia de color dependiendo del ánimo en el cual te encuentres. Cada vez que lo veo pasar de negro al morado y del morado al negro, me pongo a pensar en que quizá sí estoy tan triste como me lo muestran los anillos.
Pero hay algo mágico en esta tristeza, algo bastante inusual que me he dedicado a negar todos los días.
Y es una sensación hermosa, la que se esconde al fondo de un cajón oscuro que se abrió después de tanto tiempo en el momento más inesperado. 
Pero me aterra que florezca y que ya no pueda ser negada.
Quizá cuando eso suceda, seré profundamente feliz, hasta que la realidad asfixie y deje de sonreírme sola cuando regreso a casa.
Hasta este mes, jamás había sonreído tanto en toda mi vida. 




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