martes, 29 de mayo de 2012

Vals II

Yo antes tenía sueños
y la vida era rara en mis años de mentiras blancas
porque no causaba dolor
Tener la esperanza en el pecho

Antes podía correr
en la gloria de saltar escalones
y darle un beso a mi madre
Cuando el odio no me alejaba de todos

Antes podía amar
con la suavidad de una caricia nocturna
y ahora solo sé amar de otras maneras
con amargura, con gritos
y cojeando de amor

4:35 AM

El fantasma hambriento de tu recuerdo se paseaba por las escaleras
Y por un balcón triste y abandonado de París
se quedaba a esperar a quien nunca llegaría

Alguien negaba el amor esa noche
bajo el peso amargo de una mirada desviada
y una mano solitaria,
barría las lagrimas por la mañana

El fantasma hambriento de tu recuerdo
Se arrastraba por los pliegues de una sábana
Y en el hálito indiferente de la luna
Buscaba donde acurrucarse

sábado, 26 de mayo de 2012

Los Ataúdes De Ayer

Cuando era pequeña, solía peinarlo toda la tarde. Es raro que me acuerde del señor Jorge y de su triste muerte cuando ya han pasado tantos años. Comienzo a sentir el remordimiento de nunca haber ido a su entierro, de haber visitado su tumba un par de veces en todos estos años y del hecho que jamás me senté en su lecho de enfermo a tomarle de la mano y acompañarlo por un rato. Qué injusto es que todos se hayan ido cuando yo era pequeña, lo suficientemente pequeña como para ser indiferente a la muerte y no llorar por ningún fallecido. 
Hace un tiempo fui a la casa de la viuda del señor Jorge y comencé a ver lo que fue su pequeña biblioteca. Siempre le quitan el polvo, pero nadie lee libros en aquella casa. Moví los diccionarios y las novelas y encontré El Silencio de los Inocentes, se lo pedí prestado a su esposa y terminé llevándolo a todos lados por unas tres semanas. 
Hay algo mágico y extraño en tener algo que le perteneció alguna vez a un muerto. 
Cuando era pequeña, iba a visitarlo y le llevaba pasteles de chocolate rellenos con licor, le contaba historias que lo mataban de aburrimiento pero él siempre asentía y trataba de ocultar la manera lenta en cómo se quedaba dormido. Entonces mientras su esposa hablaba con mi madre, yo buscaba su peine de cuerno de vaca en el cajón de su mesa de noche. "¿Hacia qué lado quiere la raya, señor Jorge?" y él a veces nunca respondía. Me la pasaba peinando sus cabellos lacios y blancos mientras le contaba de mis aventuras ridículas de colegio y él asentía. En todas las paredes de la casa habían cuadros con fotografías suyas dándole la mano a  personajes que fueron famosos en su tiempo. El señor Jorge fue un gran periodista y una vez estuvo en la cárcel en tiempos de dictadura por escribir lo que de verdad pensaba. Nunca escuché esos relatos salir de él porque yo era pequeña y nadie en esos momentos le hablaba a los niños de guerras, de cárceles y de muerte. 
Pasó un tiempo y el señor Jorge tuvo un derrame cerebral. Pasó sus últimos días en cama, entre el caos de su vida familiar dividida por codicias y secretos y el amor infinito que le tuvo su esposa quien estuvo a su lado hasta el fin.
Murió una madrugada lejos de su hogar y dejó la casa vacía y sin vida. Nadie, además de mi, volvió a coger sus novelas de espías y sus tomos gruesos y apolillados. A veces me pongo a pensar quién lo peinó antes de meterlo al ataúd negro que nunca llegué a observar. 
Es extraño recordar a mis muertos después de tantos años de su partida.
Es como si nunca se hubieran ido y siempre en la silla de madera, el señor Jorge estuviera esperando que me acerque a peinarlo por última vez. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Mayo 23


Entre la sonrisa enferma de estas caras, te pienso entre el amor y la amargura, en la esquina solitaria del secreto, bajo el beso leve de las telarañas.
Te pienso todo el tiempo del tiempo que me queda, entre estas muecas de circo infernal y las voces de los años de ataduras sin cicatrices.
Te recuerdo como quien recuerda los buenos tiempos, aunque en mis páginas respira la ausencia de historias, pero sí suspira algún poema huérfano, algún rosal que se muere de invierno.
Tengo allá en el fondo una voz que despierta y llena de luz grita contenta ¡Cómo te quiero! La tengo lanzando patadas en el bolsillo izquierdo del pecho.
Y si la curiosidad te trajera así de cerca, entonces podrías escuchar su aleteo. 

Anabel

Cuando tocaron la puerta a golpes desesperados el domingo a las cuatro de la tarde, Anabel dejó las cebollas a medio picar y salió con los ojos llorosos sabiendo lo que se venía. Se cogió el rosario que colgaba de su cuello y les dio las buenas tardes al par de policías que cargaban a un hombre desaliñado que miraba hacia el vacío con los ojos brillosos y una expresión profunda de entusiasmo.
Anabel les pidió que lo dejaran en el sofá de la sala que se mantenía partido por la luz que entraba por la ventana desde que lo cambió de lugar. El par de policías que ya estaban familiarizados con aquella simpática casa blanca de cornisas rojas, acomodaron entre los cojines al hombre que hipaba de emoción y rechazaron educadamente el jugo de frutas que la mujer les ofreció. Ella los acompañó hasta la puerta y antes de despedirse, el policía negro y fornido se atrevió a comentar. 
              -Debería de conseguirle un doctor, señora- dijo, negando con la cabeza –El don ya está muy grave. Anabel sonrió con su característico rasgo de tristeza y se encogió los hombros. 
           -No está loco, joven- replicó –Su problema es que todavía tiene sueños.
Hizo una mueca de desacuerdo y comentó vagamente que lo habían encontrado de nuevo en el parque, intentando treparse a un frondoso árbol lleno de pájaros y de insectos extraños. Hizo un escándalo de mil demonios al momento que lo bajaron de un tirón, pero se tranquilizó cuando le dijeron que lo llevarían a casa. 
           -¿De verdad no quiere internarlo en algún lado, señora?
           -A las aves y a los soñadores nadie debería encerrarlos. 
El otro policía se rascó la nuca y a manera de despedida le dijo:
           -Qué paciencia tiene usted, señora. Qué paciencia.
Anabel cerró la puerta después de dar las buenas tardes de nuevo y se sentó frente al hombre que seguía hipando emocionado entre los cojines. Tenía el cabello largo y desgarbado, las uñas le habían crecido con bastante rapidez y las tenía repletas de mugre y astillas. Pasó así varios minutos, escuchando las voces lejanas de la radio desde la cocina y su hipo compulsivo. Él estaba concentrado en la nada. Miraba sonriendo hacia el vacío y el hipo parecía interrumpir de golpe la cadena de sus pensamientos. Tenía las manos juntas sobre el regazo y movía nerviosamente la pierna derecha. Anabel se fijó que sus zapatos estaban cayéndose a pedazos y su pantalón tenía un agujero largo como un rasguño profundo que dejaba ver su piel desnuda y cubierta de pelos. Abandonó las cebollas en la cocina, se lavó las manos y trajo unas tijeras plateadas que había comprado hacía mucho tiempo en el mercado. Se paró detrás del hombre y con cuidado y comenzó a cortarle el cabello negro, dejando caer docenas de mechones oscuros, enredados y toscos. De repente él suspiró y sin girarse del todo, buscó la mano de su mujer en el vacío hasta que ella se dejó encontrar. Llevó aquella mano tosca y pequeña hasta sus labios y la besó en el reverso de la palma.
           -Anabel- dijo con una amarga sonrisa  –No hay nombre tan triste como Anabel.

Flor


Cuando los niños del barrio corrían calle abajo en sus bicicletas de colores y la llamaban a gritos accidente, ella solo miraba su cuerpo lleno de cicatrices. Sentada en la bañera, recordaba lo mucho que tuvo que correr aquella mañana para llegar a casa. Como cosas raras, su cuerpo desnudo y lleno de marcas se distorsionaba bajo el agua que poco a poco adoptaba un color rojo agrio, desagradable, pero era lo único que le quedaba.
Levantó las rodillas que salieron a la superficie como colinas accidentadas. Recorrió con los ojos la cantidad innumerable de tajos y manchas blancas de piel muerta que adornaban sus piernas como un mapa. Siguió los caminos largos y desordenados que eran sus cicatrices hasta que se perdió en el agua roja y ella no se atrevió a ver más allá por miedo a perderse.
Un ardor rápido como mordedura de serpiente le recordó el tajo largo, profundo y fresco como una pintura que le partía la pantorrilla derecha en dos. Devolvió sus  piernas a la profundidad del agua roja y suspiró.
El silencio denso y desagradable de los baños solo podía ser comparado con la música muda que tienen las pesadillas.
Una mujer alta de caderas anchas que se ocultaban bajo un vestido floreado y sobrio interrumpió su recorrido por los caminos e hizo añicos el silencio del baño con un grito de horror.
Como una muñeca partida, sintió que la sacaban de un tirón de la bañera y la llevaban desnuda hasta la puerta en donde tres mujeres de blanco la cubrieron con una toalla que pronto también se volvería roja, tan roja como la cicatriz recién nacida en su pantorrilla.
            -¿Qué es un accidente?
            -¿De dónde sacaste esa palabra?      
            -Me dijeron que soy uno.  

Anotación #10



La curiosidad ha matado más corazones que gatos. 



Anónimo. 

domingo, 20 de mayo de 2012

Once

Dejarte ir como las flores arrojadas contra el vidrio 
las ramas solitarias y los pétalos de cementerio
solo porque la espina de mi amor no es suficiente 
y no haría sangrar la luz negra de tu tristeza 

La huella lejana, el labio partido y una sonrisa extraña
desapareciendo en un silbido silencioso 
que arrastra tu voz como el viento del Bosque
y duerme a patadas en un gesto ausente 

Guardarte bajo la cama como los libros de la inocencia 
la mentira hecha mirada y un silencio acurrucado 
sobre el beso hecho polvo, el abrazo inválido 
y el vidrio que separa tu amargura de la mía 





Anfótera

Durante la última semana mi nivel de litio ha tenido una montaña rusa de ida y vuelta que incluye The Smiths a todo volumen, cocaína encima del volante y hojas esparcidas por todos lados. Lo que mi antigua psiquiatra llamaba una aparente bipolaridad, ha despertado de entre los muertos y ha regresado a degollar con fuerza los troncos de mi tranquilidad.
Pero últimamente he pensando en abandonar los términos clínicos. Así como ya ha pasado antes, esta sensación de echarme a reír y luego llorar mientras golpeo almohadas y destruyo hojas se irá cuando ya no quede más que destruir dentro mío. Pasa todo el tiempo y es más simple de lo que ya parece al escribirlo en una oración que una amiga llamaría "tu desesperado intento por llamar la atención de las personas". 
Sigo buscando en mis pensamientos el carajo que me importó su comentario .
El día viernes fui a ver REC 3, la película española de zombies, después de clases de la universidad con un par de amigos. Recuerdo que pasé una hora y media riendo y saltando de sorpresa; después de una semana de Niebla y de pasos vacíos por Silent Hill, aquella salida al cine me ayudó a estar feliz y reír, reír mucho. 
Terminamos sentados en una mesa apartada del KFC a la vuelta de mi casa, charlando sobre los viejos tiempos de nuestro colegio cristiano de mentalidad cerrada, dimos una vuelta por nuestros nuevos amigos que ya no pertenecen al conjunto de color sólido que son los heterosexuales, giramos en la esquina que habla de las niñas de actitudes puramente lupinas y al final cada uno tomó su camino de vuelta a casa. 
Mi noche se hizo añicos cuando toqué un tema espinoso, trillado y el único que puede traer abajo el infinito de la felicidad mientras hablaba con un amigo. Mi viernes terminó tan lleno de flores muertas como mi semana anterior, pero una salida al cine -al cual no iba desde marzo- le dio un poco de luz a las cosas. 
En todo caso anoche mi papá se detuvo a degollar mi tranquilidad con sus charlas autoritarias sobre lo mal que estoy haciendo las cosas. Más que tristeza por las pocas veces que me expresa algo es cuando me grita y me paga los estudios, lo que sentí fue rabia porque no pude responder como pensaba ni como siempre he debido contestar. Me retiré a mi habitación, dejé a la mitad la película de Harvey Milk y estuve horas desahogando cóleras, frustraciones y tristezas asfixiantes. 
Hoy tengo ensayo de violín, es el cumpleaños de mi querido profesor E y tengo que ir a buscarle un regalo. He despertado tres horas más tarde de lo común y sospecho que la única cosa que me puede dar lo que se conoce como resaca, es el llanto. He tenido sueños extraños de nuevo. 
Y estoy volviendo a escuchar voces cuando cierro los ojos. 


Req. 

PD: Cerré mi cuenta en Facebook. No pude más con aquella sanguijuela. 

sábado, 19 de mayo de 2012

La Niebla En Lima

Alguien o algo ha guardado todos mis libros en cajas de ubicación desconocida. Los estantes están ahogándose en el polvo del tiempo y solamente abrigan textos que nunca me gustaron, como aquellos libros de auto-superación y de cómo tener amigos que mi papá solía regalarme hace años, en su intento máximo por expresarme su más sincera opinión sobre mi.  Una sensación de desesperación se apoderó de la habitación y me quedé diez minutos mirando el librero polvoriento, buscando un trozo de Víctor Hugo en alguna esquina, algún poemario de García Lorca descansando bajo el recuerdo de sus versos adoloridos de una noche de teatro que me marcó el corazón con amargura. 
No, no había absolutamente nada y todo se volvió niebla en segundos. 
El frío de este invierno de Lima que recién viene a tragarse a la ciudad y a sus tristes hijos atraviesa las paredes, la niebla de las mañanas devoran los árboles, escupen sus ramas, chocan contra las luces apagadas de la autopista y por ahí hay alguien regresando a casa, pensando en vacíos, en agujeros y en paredes blancas.
Pero nada como las paredes de Lima que se abrazan a las cicatrices de personas que más allá de estar heridas, caminan desangrándose por las calles, ignorando las úlceras de su interior.
El frío de la ciudad me congela mientras duermo, cuando despierto, cuando voy a dormir y pienso en la muerte pero más que nada, se mezcla con mi propio frío y juntos, hacen una sinfonía hermosa. Me detengo a escucharla, dejo que me toque, me abrace, me desgarre la piel a jirones y así, hasta que un rayo de tediosa luz me arranque de raíz la sensación de estar en paz.
Mi violín duerme en su estuche, la risa me ha dado la espalda. He pasado toda la mañana del sábado en cama, mirando el techo, escuchando a la patética de Beethoven y queriendo estallar de risa cuando mi papá entró pensando que estaba llorando y me preguntó si podía ayudar en algo. Dulce y amarga, triste y dulce es la sensación en esta casa llena de personas en donde estoy más sola que nunca y mis libros, mis amigos, están encerrados en cajas como animales. 
El sol no ha salido hoy día, ni dentro ni fuera de estas paredes. Me queda el libro de un amigo bajo la cama, mi pintura terminada que llora tristezas cada noche cuando la observo antes de dormir y mis partituras hechas polvo encima del atril. 
La niebla de esta ciudad se come mi alma a mordidas gentiles, nos observamos cada mañana, entra por las ventanas por la noche y mientras duermo, se mete dentro mío por las orejas, por debajo de las uñas y por los ojos. 
Y al despertar, no soy más que niebla, la niebla hecha persona, la tristeza que se arrastra. 


Con amor, 
Requiem. 



Los Amigos Que Debo Resucitar





  • El Hermanastro - Lars Saabye Christensen.
  • Delirio - Laura Restrepo 
  • Lolita - Vladimir Nabokov 
  • Jane Eyre - Charlotte Brontë
  • El exorcista - Blatty William 
  • Todo es Eventual: Catorce Relatos Oscuros - Stephen King 
  • Los Miserables - Victor Hugo 
  • El Castillo de Cristal - Jeannette Walls 
  • El Fantasma de la Ópera - Gaston Leroux
  • Cuento De Muerte - Russel Craig 

Anotación #9

Dejen de hablar cojudeces.
No voy a ir a dormir.
No lo haré.

viernes, 18 de mayo de 2012

Autopsia



Con la belleza suave como el susurro por la mejilla 
se pudre mi espíritu en la tierra que nunca cubrió mi cuerpo 
como las flores que nadie dejó sobre mi cadáver
y las lágrimas de sombra que nunca lloraron mi partida 

Con los pasos ensangrentados que arrastran las historias
enferma está mi alma, más partida que solitaria 
como el polvo que se devora a las risas 
y la muerte radiante, que me abrazó desde el primer día 

Con la magia negra de las mariposas que cojean 
me marchito como los jarrones de flores vivas y de mentiras
como la mueca de amargura que duerme bajo la almohada 
y la soledad que me acompaña, siempre tan ausente, 
siempre tan amada. 

miércoles, 16 de mayo de 2012

Frío




De un lado a otro
con la belleza que mata a los árboles
se confundió la primavera
y me quitaste la nada que me quedaba

En el eco de un verso mudo
con la esperanza de escucharte
se quebró el vidrio azul
y me quitaste el todo que nunca tuve

martes, 15 de mayo de 2012

(Des) Motivaciones #5




Yo: ¿Pasa algo malo? Llámame si necesitas hablar.
Clío: Demonios. Me conoces demasiado bien.
Yo: Una conexión espiritual de la cual no puedes deshacerte. Ahora háblame. 

lunes, 14 de mayo de 2012

Rage

La tristeza que asfixia al amor tan alegre
en la esquina sombría de una idea
como la risa mutilada que se escondía en ella 

Se le ha olvidado, porque está llena de pena
y no hay luz que ensombrezca su sombra
ni nada que quiebre el vidrio de la mentira 

Se le arrancó el amor, porque está triste 
y el miedo a la tristeza se ha tragado a la felicidad
la dejan, porque no brilla para nadie 

La pena como el beso de la muerte al amor 
y llorando al pie de la ventana del infinito 
se despiden de ella, por falta de valor, 
por miedo a la tristeza 





Lista De Navidad


Síndrome de Capgras: Trastorno poco común en el cual la persona que lo sufre cree que la gente de su entorno, su familia y seres queridos, han sido reemplazados por impostores de apariencia idéntica pero qué no son los auténticos. 

Síndrome de Cotard: Patología psiquiátrica en la que la persona cree que está muerta, no existe, se está pudriendo o que incluso ha perdido su sangre y órganos internos. Más raramente, puede incluir ideas delirantes de inmortalidad. 

 Síndrome de Stendhal: Trastorno psicosomático que provoca taquicardia (aceleración del ritmo cardiaco), mareos, confusión e incluso alucinaciones en algunas personas que contemplan arte, normalmente cuando este arte es particularmente bello o hay una gran cantidad de obras de arte en un mismo lugar

Síndrome de ParísSíndrome se caracteriza por una depresión exclusiva de los turistas japoneses mientras están en esta famosa ciudad. De los millones de turistas japoneses que visitan la ciudad cada año, alrededor de una docena padece este trastorno y tienen que volver a su país natal. 

Síndrome de Munchause: Trastorno en donde el paciente simula sufrir enfermedades mediante la ingesta de productos daniños e incluso practica mutilaciones y heridas para llamar la atención y así beneficiarse de las ventajas de ser cuidado.

Anotación #8



Cuando hablé de realidades asfixiantes me refería a la manera más cruda, sincera y honesta de decir que de verdad la realidad me golpee como un ladrillo mugriento repasado por agua de construcción. 
Clínicamente paranoide, debí de suponer que mi imaginación iba a hacerme una jugarreta en cualquier momento. 
Desde el sábado estaba yo pensando que algo pasaría esta semana. ¿Qué les dije? 
Iré con mis películas de Shyamalan a encerrarme en mi cueva hasta que llegue el fin del mundo.
Necesito mi violín.
Y hoy, comienzo a pintar el lienzo que representa los tristes inicios de los tristes finales.
Estoy mal.


domingo, 13 de mayo de 2012

El Arte De Llorar


Llorar es una de las manifestaciones más violentas que tenemos hacia nosotros mismos. Cuando lloramos, activamos nervios especiales. Los ojos vomitan lágrimas, la nariz chorrea, la voz se corta, a veces nos da hipo, el rostro se enrojece, el cerebro se inflama. Después de unas horas de llanto, hay una sensación terrible de dolor en la cabeza, la piel del rostro se sensibiliza y los ojos se secan dolorosamente hasta el día siguiente.
Una señora desconocida que se sentó a mi lado en un café junto a su hija y a su madre, dijo de manera triste y despreocupada que llorar es lo único que sana el alma. Pensé mucho en aquella frase lanzada al aire frente a una chica que estaba hecha agua y junto a mi, que estaba narrando las tristes historias de mi primer amor a una amiga.
Lloramos cuando estamos tristes y cuando estamos felices, cuando tenemos demasiada rabia, miedo, frustración o un vacío profundo por donde pasa el viento, el fuego y la nada. Es algo mágico llorar, porque en el mismo proceso biológico de botar agua e inflamar ciertos órganos, un promedio de cincuenta emociones mezcladas pueden manifestarse.
Si no pudiésemos llorar, tendríamos que buscar otras maneras de desahogar lo que tenemos dentro y probablemente nos quema y molesta de manera inhumana. Llorar está reservado para los momentos en donde ya no podemos tragarnos más las hojas y las flores marchitas de una sensación terrible o incréiblemente hermosa.
Entre esas otras maneras quizá esté el golpear y romper cosas; ventanas, por ejemplo. Tendríamos que coger las hojas de un recuerdo y hacerlas añicos, hacer grandes hogueras con todo aquello que nos recuerda a un pasado amargo. También podríamos gritar por horas hasta que alguien llame a la policía, insultar al aire hasta quedarnos sin voz y romper ventanas mientras el vidrio nos corta los puños.
Otros dirían que simplemente irían a buscar a un desconocido para agarrarse a golpes. Si no pudiésemos llorar buscaríamos maneras de intentarlo, como beber hasta que el cerebro no reaccione, fumar hasta la náusea o buscar la cama de una persona al azar que nos sonría bajo la luz.
Llorar, evita que destruyamos más todo lo que nos rodea.
Hoy día encontré parte de una de mis películas favoritas y casi lo consigo, cuando recordé la cantidad innumerable de cosas que me hacen falta.



viernes, 11 de mayo de 2012

Anotación #7


Sueños, dulces sueños. Mañana van a sodomizarme las neuronas con matemática por la mañana. El plan es el siguiente: Comprar mis lienzos y pinturas, conseguir más vino, ir a tocar violín a la casa del profesor E y ser -por lo menos intentar- feliz en mi caos.
Mi vida es mejor desde que instalé de nuevo mi teclado en mi claustro.
Ah, la belleza de joder las noches de mis vecinos con Tchaikovsky.



Kids

Hoy día vi a los niños crecer,
en su piel sonrojada que ha cuarteado los años
con sus uñas que se han despojado de pintura
y ocultan en una risa, la piel de alguien más

Hoy día vi a los niños crecer tan rápido...
y llegué a sentirme miserable, al verlos correr
porque bajo las luces de amarga ciudad liberal
viven los sueños que nunca tuve

Hoy día vi a los niños crecer,
en sus carcajadas entre ojeras y amaneceres
me llamaron desde el lado blanco del jardín
y me dijeron, Ven, todavía estás con vida


Alas Blancas, Polvo Gris

Anoche estaba sentada en mi cama y pensaba sobre la muerte. Pronto estaríamos de madrugada y me habían ordenado ir a dormir. Siempre creen que mandándome a dormir temprano van a calmar mis nervios y harán de mi vida mejor. Creen que tengo demasiados nudos mentales dentro de mi cabeza y que no es saludable estar pensando todo el tiempo, tienen fe en que dormir tranquilizará mis aguas pero esas son ideas bastante ingenuas. Tan ingenuo como decir que la depresión se cura con una vuelta por Disney World y que los niños dejarán la masturbación porque les dices que se quedarán ciegos.
Terminé de darle vueltas al tema de los años y la vida que llevamos dibujando con un viejo amigo pianista y mientras miraba las teclas polvorientas del teclado que instalé hace unos días, vi a una polilla de alas blancas revoloteando por mi habitación.
De pequeña creía –y hasta ahora se mantiene ocasionalmente- que las polillas y los insectos se meten a tus orejas cuando duermes y después de unas horas de dar vueltas, comienzan a morderte el cerebro a pedazos diminutos hasta que de repente mueres sin darte cuenta.
Espanté a la polilla y le abrí la ventana para que se fuera, pero se pegó a las paredes y a las luces del techo, rehusándose a salir. Estuve persiguiéndola por varios minutos hasta que se quedó quieta al lado del teclado.
La maté de un golpe y vi que desaparecía como polvo en el suelo.
Después de unos segundos me di cuenta de lo que había hecho y me llené de amargura.
Había matado a la única criatura que esa noche, se ofreció a hacerme compañía en mi tristeza. Me fui a dormir o por lo menos eso intenté.
A la mañana siguiente caminé por mi habitación y encontré la misma polilla (solo que un poco más pequeña) apoyada silenciosamente en el vidrio de mí ventana. Le sonreí y decidí no molestarla.
Quizá vino esta mañana a buscar a su madre, que como otras personas, murió intentando hacerme compañía.

jueves, 10 de mayo de 2012

Alcoholismos I



Al final de los exámenes -matemática el sábado no cuenta al ser un tema despreciable- no se me ocurrió nada mejor que tomar el bus más cercano e ir con Yirka a fundirnos en la otra dimensión con una buena caja de vino y habalkr en francés. 
Como digo, Dios bedniga el vino .
Por ifn se terminaron los parciales.  
Soy extrmafamente, y totalmente feliz .






Con fivniti oamor nocturno, 
Requeim. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Anotación #6



Un té parcialmente frío y por fin he instalado mi teclado en mi habitación, después de haber sacado los libros y el enorme librero que me saludaba todas las mañanas. Mi casa es otra pizarra llena de garabatos después de clase, remodelaciones por todos lados, ruidos extraños por las noches y los crujidos de los años que van mejorando con cada noche. 
Ya no puedo levantarme tarde ni tampoco dormir sin antes mirar por la ventana y preguntarme en porqué me siento últimamente tan extraña.
La semana pasada me compré un "anillo del humor". Hecho con cristales extraños, este accesorio se supone que cambia de color dependiendo del ánimo en el cual te encuentres. Cada vez que lo veo pasar de negro al morado y del morado al negro, me pongo a pensar en que quizá sí estoy tan triste como me lo muestran los anillos.
Pero hay algo mágico en esta tristeza, algo bastante inusual que me he dedicado a negar todos los días.
Y es una sensación hermosa, la que se esconde al fondo de un cajón oscuro que se abrió después de tanto tiempo en el momento más inesperado. 
Pero me aterra que florezca y que ya no pueda ser negada.
Quizá cuando eso suceda, seré profundamente feliz, hasta que la realidad asfixie y deje de sonreírme sola cuando regreso a casa.
Hasta este mes, jamás había sonreído tanto en toda mi vida. 




Mayo 06

No tengo versos, ni puntos, ni tildes 
solo una desolación infinita 
no te tengo a ti, ni tengo a nadie 
solo el borrón de tinta 
de un cuento  muy huérfano 

No tengo la llave a tu secreto dormido
pero tengo la soledad de tus pasos
no tengo sombra ni tengo espacio 
solo la risa partida 
que deja tu luz extraña 

No tengo razones ni causas 
solo el enigma en un tablero 
no tengo tu eco en mi garganta 
solo la aurora tenue 
que arrastra tu sombra en primavera 

Mayo 05



Te buscaba hace años
entre el azul y el rojo de las velas
de un entierro que no me pertenecía
y sin embargo era yo
quien había muerto

Te pensaba hace años
entre el cristal quebrándose
como el sueño bajo tu recuerdo transparente
y el insomnio dentro de tus bolsillos

Causaste entonces mi muerte
entre lo eterno y las hojas en blanco
como los poemas que siempre te he escrito
sin saber en donde estabas
y sin saber quién eras

lunes, 7 de mayo de 2012

Bemol


Se ríe la golondrina tatuada en su nuca de nácar 
perdida ente los nudos de su cabello de océano 
como la tristeza que dormía bajo su cuello 
y ella nunca recordó, lo mucho que fue amada 

En el desierto de sus manos de guerras pasadas 
sonríe la huella de una pisada afligida y nocturna
como la torcida luz de su mirada hacia el vacío
y ella nunca supo, lo mucho que fue recordada 

Como el alma que camina entre las páginas del libro
como el agujero infinito en el izquierdo del pecho
ella nunca supo, lo mucho que fue soñada nunca,
jamás recordó, lo mucho que amada.

Sostenido

Escuchaba entre el arco iris enfermo y la brisa,
el relato más triste del mundo
y lloraba mi corazón tan enfermo
porque a tus heridas, no hay nada que las cierre

Pensaba con el blanco triste de la pared,
en el verso más débil de mi arteria
y sangraban mis cicatrices del verbo
porque a tus tristezas, no hay nada que las describa

Soñaba entre la pesadilla y el sueño imperfecto,
en el deseo más secreto de la tarde
y sollozaban mis ramas tan viejas
porque a tu amor, no hay nada en mi que lo despierte

Agua

Esta noche se estrenó Drácula en el teatro de la calle número catorce, al lado de los cafetines de luces de neón que nunca cierran, cerca al parque poblado de gatos. En el afiche color rojo oscuro, colgado en todos los rincones de la ciudad, vi los nombres de mis actores favoritos y de actrices de nombres desconocidos, adornos de ramas siniestras y el título fúnebre y fantasmagórico: Drácula, de Bram Stoker.
Mientras yo tomaba un té y miraba la lluvia chocarse con el vidrio de la ventana, tan concentrada en unir gotas como ideas, alguna delgada y pelirroja Mina Parker se desvanecía en los brazos de un conde hambriento. La lujuria tensa que se transmiten los personajes de una obra en el tablado es única, rara y daría todo por vivirla de nuevo, aunque sea unos segundos de monólogo o diálogo denso, como en los viejos tiempos con los viejos amigos en los viejos escenarios. 
 Mientras escuchaba la lluvia chocar contra la ventana, como impidiendo que me durmiera en mi tristeza, una vieja amiga afinaba su violín antes de tocar una danza eslava de Dvorak, mandándole un guiño travieso a su amigo del cello, debajo de las luces amarillas del gran auditorio de estilo Versalles, lleno de personas reales y de gente sin gracia. Esta noche se estrenó Drácula en el teatro de la calle número catorce y mi amiga de la adolescencia tocaría en el concierto sobre las obras de Dvorak hasta muy tarde. Mis actores favoritos desaparecían bajo los aplausos, se darían rosas a la feroz y pelirroja Mina Parker y mi amiga tomaría un taxi, aferrándose al estuche del violín y pensando, mientras la lluvia la empapa de pies a cabeza, por qué no he asistido. 
Pero a mí me habría encantado aplaudir al conde y a Mina Parker, darle un abrazo a la violinista después del concierto y dar un brindis, orgullosas por la música y la maldita complejidad de Dvorak en un restaurante, acercándose la medianoche y con la lluvia, siempre la lluvia, chocándose contra los vidrios. 
Le he fallado a mis actores favoritos, a mi amiga que duerme plácida con el violín a los pies de la cama y a la gente carente de gracia que iría a saludarme, a preguntarme qué tal fue el concierto, qué errores encontré en Mina Parker, si sería posible que Dvorak se sintiera a gusto con aquella interpretación si el genio pudiera revivir de entre los muertos y sentarse a mi lado, en la butaca roja del auditorio. 
Pero esta noche no he visto a Drácula ni he escuchado cellos ni violines. La he pasado triste, profundamente triste, viendo la lluvia chocar contra los vidrios. Veo a la gente caminar en la calle, nadie usa paraguas y nadie se protege del frío. Es porque en realidad no está lloviendo allá afuera. 
Pero en mí, el frío del agua, me cala hasta el alma enferma. 

sábado, 5 de mayo de 2012

Pasadizo


Caminaría en el valle de los muertos solitarios 
buscando la sombra alegre 
de tus pinceladas de amargura 

Y aunque hallara el eco de tu risa 
abriéndose como una flor de arterias 
no habría dulzura en aquella historia 
ni en la desdicha adormecida de los años 

No despertaría la vida 
pero encontraría yo la muerte 
imaginando que duermes inquieto 
por encima de mi tristeza 

martes, 1 de mayo de 2012

Hola

Abril se fue dejando una estela de pseudo-ilusiones, días de tristeza absoluta, inicios y finales. Mayo ni sonríe ni hace gestos ofensivos, simplemente se mantiene neutral y eso es porque acaba de comenzar con un día feriado lleno de tiendas cerradas, debates con una querida amiga sobre la religión y ganas de ir mañana a mi clase de sociología a pensar un poco y leer en mi banca de siempre. 
Se vienen los parciales con una velocidad que debería de intimidarme, pero con el paso de las horas no hago otra cosa que tomármelos de la manera más tranquila posible. Un amigo me dijo esta mañana que me concentrara en hacer a los profesores desear la muerte cuando tuvieran que ponerme una buena nota; basemos lo que me dijo mi amigo en el estereotipo que a todos los profesores les encanta jalar. 
Durante los últimos días he estado pensando mucho en monsieur Abraham, el primer profesor de francés que tuve y en el realidad, el mejor que he tenido alguna vez. Durante los últimos días -que ya han quedado en el triste y reprimido abril- he sentido que quizá él sea una de las pocas personas que me pueda ayudar a aclarar mis pensamientos. Tengo mis emociones como lagos profundos, negros, densos y sin cisnes. Me hace mucha falta dialogar con las personas, tomarme unas copas y divagar sobre las cosas, aclarar si lo que siento es tranquilidad o solo una negación de mi infelicidad.
Sí, como se dice coloquialmente, estoy hasta las huevas, pero no es ninguna novedad. 
Lo que me hace falta, además de dulce vino, fuerte vodka y quemazones en la garganta y la entraña, son unas buenas horas de leer, sentarme en la vereda de una calle anónima a mirar las luces y reírme, reírme hasta sanar el alma y sentirme mejor. 
Me rehúso a buscar la medicación que nunca me llegaron a recetar, por más que Salvatierra me insista en darnos un cóctel de alcohol con antidepresivos para sentirnos mejor.
 Tocar el violín, respirar e intentar no matar a las personas que me causan problemas. 
Sonreír. 
Ahí está la engañosa clave. 



Olvídenlo, 
Req.