lunes, 25 de julio de 2011

Ancianidades

Llega un momento de nuestras vidas en donde nos damos cuenta que los niños han comenzado a crecer. Me siento hoy día, así como todos los días, a pensar en cientos de cosas y pronto me doy cuenta que ya nada tiene sentido, que lo mejor sería dormir por unos días, olvidarme de la palabra 'estar consciente' y en fin, descansar.
Estar consciente. ¿Estar consciente de qué?
Cada día me siento un poco más vieja, un poco más cansada que ayer. No sé si mi problema es envejecer rápido o que lo demás crezcan desmesuradamente y en ámbitos equivocados.
Y bien... 
Por Dios, ahora todos los niños tienen que tener un enamorado o enamorada antes de si quiera aprender a sacarle el volumen a un cilindro y lo ven hermoso. De repente a hora todos estos mocosos saben algo de música y no podrían reconocer una sinfonía de Beethoven ni aunque ésta les golpeara en sus pueriles rostros. 
No comprendo, no los comprendo y siento por un momento que me estoy quedando atrás. 
No puedo ir detrás de cada inmaduro regañándolo y dando enseñanzas a los siete mares. Ya estoy muy cansada, voy cumpliendo mis años, para navidad ya tendré 17 y yo creo, solamente creo, que necesito dejar de creer que puedo sanar a todas las personas del mundo.
Han tenido que pasar muchos años y desgracias para darme cuenta que, en una serie de ocasiones, soy yo la que nunca obedece sus propias reglas y consejos. Qué tontería, qué patética es mi situación en casa, esperando a que me lleguen mensajes del más allá.
¿Volveré a amanecerme leyendo como hace poco? ¿Esperaré el golpe de la inspiración para ponerme a escribir? Anoche me inundó una felicidad muy hermosa porque sentí que todo se había terminado. Una esperanza innecesaria, una frase incompleta, una idea borrosa. 
Sigue siendo así, tengo mucho que hacer, qué planear, qué decir, pero parece que no encuentro el momento adecuado para abrir mis ridículas alas de mariposa y salir del siniestro capullo.
Juego Play Station para distrarme y me sonrío porque los gráficos son horribles, pero tienen un resplandor a infancia. 
Hoy en el desayuno terminé de leer Carrie, de Stephen King. He comenzado a leer El Resplandor y ha sido un Lunes que sabe a triste domingo. No sé si echarme a reír sola, como hace mi papá cuando tiene problemas o buscar alguna mundana distracción. ¿Pero qué distracción sería?
Me he dado por vencida. Me voy a leer. 


Con amor, 
Req. 

1 comentario:

Martin Flores dijo...

"la contemplacion del absurdo de la existencia... la nausea ante la vida conduce a la libertad..."