martes, 3 de abril de 2012

Soñar con Ludovico III

Soñé que cantaba en un musical al lado de un hombre que aparentaba no quererme. Yo no era yo, si no que me encarné en una mujer de mirada traviesa, cabello de bucles afrancesados y voz melodiosa. Se trataba de una novela convertida en musical y el libreto era tan gordo como un libro cualquiera. En mi sueño, ese día mismo se iba a estrenar toda la obra y yo no recordaba nada de las canciones, pero sentía como si hubiéramos pasado semanas entrenándolo. No recuerdo ni una sola palabra, pero me gustó mi voz falsa. 
Minutos después soñé que era de nuevo yo, con mis lentes, mi cabello corto y mi mandil rojo del colegio que no he vuelto a usar desde que me fui para siempre. Yo estaba caminando con mi bolso y adentro estaba el famoso libreto la obra. Fue entonces cuando lo vi. Ludovico utilizaba un mandil de un color que ya no era suyo, tenía el pelo corto y las gafas de siempre. Intenté acercarme para hablarle, pero pareció no verme y no hice nada al respecto. Cogió su mochila negra y salió por la puerta del colegio, lo seguí sin saber exactamente qué iba a hacer. Vi que una carreta extraña se acercaba hacia él y unos hombres le preguntaban por su apellido y ofrecían a llevarlo, cosa que él aceptó. 
Tanto ellos como el resto de personas dentro de la carreta, usaban máscaras de caritas felices hechas de papel y pintadas con lapiz. Recuerdo que apreté mis emociones y pasé al lado de la carreta dando zancadas, dirigiéndome hacia el paradero para regresar a casa. Uno de los hombres con máscara me detuvo.
 -¿No quieres subir con nosotros?
-No puedo... hay alguien adentro que me causa mucha tristeza- respondí -Será para la próxima. 
La carreta avanzó hasta determinado lugar y cuando giró una esquina, vi que Ludovico me miró. Para ese momento, extrañamente, yo me había sentado en la vereda con mi libreto en la mano y lloraba a gritos ahogados, sin ganas de taparme el rostro. Lo último que recuerdo es que Ludovico se quedó mirando cómo yo lloraba, hasta que la carreta desapareció. Desperté cuando se cruzó en mi mente la imagen de mi libreto tirado en el suelo de la calle, roto y hecho pedazos.

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