domingo, 29 de abril de 2012

Amargo Abril


El día viernes bebí alcohol después de varios meses de abstinencia y luego de charlar sobre la vida y de la muerte con una amiga, me retiré a terminarla mientras veía la maratón de Hannibal Lecter en televisión. Casi arrastrándome por el pasadizo, podía ver a Buffalo Bill en su danza transexual frente a la cámara.
Escribo esta entrada en una mañana fría de domingo, en uno de los momentos más grises de lo que llevamos del año y solamente hemos vivido cuatro pequeños meses de los doce que nos quedan. No recuerdo ya qué cosas pedí en Año Nuevo ni a qué pedazo de sueño se dedicaron cada una de las doce uvas que comí antes de beber champán. En todo caso, los sueños han quedado atrás porque ya no sé cuáles son y declaro con mucha tristeza que es la primera vez que me detengo a declarar qué es lo que me sucede.
Y el primer paso, es admitir que soy infeliz.
Ya no puedo expresar mis emociones como antes y siento que hay un nudo extraño en mi mente que no puedo desatar con facilidad, ni siquiera dándome cabezos contra las paredes. Cavilando hace unas noches, acepté que he estado haciendo todo mal y que no tengo la menor idea de qué es lo que sigue. Hay algo siniestro y bastante amargo en ir todos los días a la universidad, estudiar, reírme con las personas e ignorar este nudo mental que me asalta antes de dormir, al despertarme y al viajar en los autobuses. No, no puedo ignorarlo, si intento guardarlo en el fondo y hacer como si no existiese, no voy a poder continuar.
Ya no escribo sobre lo que me sucede porque no sé cómo decirlo. Divago entre mi declaración de infelicidad, mi carencia de historia y una permanente sensación de soledad que no tiene arreglos. No puedo sentir el amor de mi familia, tampoco una sensación sincera hacia mi propia persona e incluso siento que Dios está lejos, como si mi tristeza fuera tan profunda que lo hizo recapacitar y alejarse para no contagiarse y entristecerse por lo que es actualmente Su creación.
Hay un vacío dentro mío pero no sé qué es lo que debería de ocuparlo. No es una cicatriz por la partida de nadie o la huella de una historia pasada. Todo lo que amé, ha sido emocionalmente suprimido y quedado como un cuento escrito en un cuaderno que no despierta nada más que un recuerdo neutral.
El segundo paso en estas noches de tranquilidad, fue aceptar mi alto narcisismo.
Estoy considerando seriamente mi tendencia a beber alcohol en soledad, porque cuando mi cerebro me palpita y el techo se pone borroso, puedo escuchar las voces que viven dentro mío.



Con triste amor,
Requiem.

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