"Las brisas del mar son frías, casi heladas si vas a la playa por la mañana cuando el cielo está azul y todo se ve solitario y triste. Él me dice que nos iremos a la playa, pero lo pensamos dos veces, mejor no, hay otros sitios en los cuales podríamos hablar, discutir de la vida. Yo creo que él es especial porque lee, porque escribe y toca cosas preciosas en muchos instrumentos, creo que es perfecto para mi porque gustamos de lo mismo. Es tan inteligente, tan sensible y le puedo confiar todos mis secretos. Nos casaremos en algún momento, algo así sueño.
En su casa todo es silencio, pero me siento a gusto. Las paredes son amarillas, los pisos están vacíos, los sofás están con la luz tenue del verano y acaricio a su gato con gusto. Tiene los ojos pardos, no sonríe ni ronronea, es como si no estuviera ahí. Un gato de juguete.
Hablamos de la vida y del arte, de los violines y de las partituras, lo que hay dentro de los pianos, lo que hay al fondo del mar. No se nos terminan los temas pero sí el líquido dentro de los vasos. Quema por la garganta, estalla dolorosamente en el vientre pero trae consigo un sopor extraño. Siento que duermo, pero estoy sentada a su lado y sigo hablando. Me gustan sus orejas, podría abrazarlas con mis dientes.
Nos reímos en la mitad de la nada. Le pregunto porqué no estamos juntos, nos reímos y en la risa siento sus manos en mi espalda, como si regresaran al lugar en donde siempre debieron estar. Hace calor en la sala del sofá veraniego y el gato falso, no entiendo qué hora es pero la vida me sonríe dentro de un beso largo que se escapa a un cuello solitario. Me río, la brisa del mar es helada pero la suya es caliente, no me quema pero me abriga, me duelen las manos porque me las presiona, mis huesos no se rompen pero crujen. El morado de los moretones combina con las almohadas, me río porque me gusta, lo beso porque lo amo y en el vaso de cristal roto sé que siempre debimos de estar juntos.
Amor o deseo. A nadie le importa si salgo herida.
Algo así pensé al día siguiente cuando me vi en la ducha mirando hacia las losetas y no recordaba qué había pasado. Pero me acordaba de un peso encima mío, de una felicidad que se fue apagando, un viaje en paracaídas y vasos rotos al lado de un gato inservible. Recordé que él me pensaba, que quizá me amaba.
Lo llamé por teléfono antes del atardecer.
Y nunca nadie contestó"
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