lunes, 9 de julio de 2012

Insomnios

Nunca, nunca jamás volveré a asistir a un ensayo de violín después de haberme amanecido leyendo Eso (IT) ni ningún otro libro increíble. Las dos jarras de sangría y la excelente cena del sábado por la noche me trajeron lo de costumbre, aceleración del pulso y un insomnio letal que aparece después de un par de horas de profundo sueño. Me desperté a las tres de la mañana, busqué mi libro debajo de la cama y estuve devorando páginas de páginas y llenándome la cabeza de escenas que en algún momento quise desaparecer. Stephen King ha logrado a hacer algo que pocos escritores consiguen: hacer que pelees entre tus ganas de seguir leyendo y de no querer saber qué va a pasar. Patrick Hockstetter, el niño que coleccionaba moscas en una caja de lapiceros y observaba gatos descomponerse en una refrigeradora abandonada, me perseguirá por el resto de mis días. Bien hecho, viejo King, lo lograste hace más de cinco años y lo has vuelto a hacer.
A las siete de la mañana cerré el libro, pronto esas 1560 páginas serán enteramente mías. Durante la amanecida escuché gritos en la calle, como de costumbre e intenté ver por la ventana si alguien se moría en las veredas o si mis vecinos estaban borrachos de nuevo y buscaban un taxi para mandar a sus amigos de regreso. 
Tomé un par de fotografías, el cielo pasó de rojo infernal hasta violeta y luego el azul triste de las amanecidas para terminar en el usual blanco gris rata enferma que tiene Lima. Mi día domingo se llenó de una sensación de vacío extraña que se elevó a las quinientas potencias cuando llegué a mi ensayo de violín y no pude tocar La Primavera de Vivaldi al primer intento a pesar de sabérmela. La música suena extraña cuando tienes el cerebro sin descansar y los ojos llorando invisiblemente por el exceso de sueño. Hice lo que pude y regresé a casa sin ánimos de hablar. 
Terminadas mis pinturas, estoy buscando un nuevo lienzo. Anoche dejé a rienda suelta mi imaginación y conseguí el borrador de lo que será mi próxima obra. Un amigo me preguntó si la hice bajo efecto de LSD o alguna otra cosa de droga, pero no, no fue así. 
Tareas de francés conciertos de violín y el profesor E con sus eternamente sabios consejos, siempre jalándome de golpe hacia tierra firme cuando comienzo a fantasear en la bondad y las buenas intenciones. 
Todos estamos locos aquí. 






Req. 

1 comentario:

Reinhardt Langerhans dijo...

¡Esto es una fiesta de locos!
Y yo soy el único que no está loco (?)

Jeje, saludos, Réquiem.
¡Y salud por Pennywise!