domingo, 8 de julio de 2012

Días De Santidad

"Seré papa algún día" decía Jota rascándose las cicatrices del antebrazo "Solo para que me alimente la estupidez mundial". Se guardaba los cigarrillos en el bolsillo izquierdo, entre monedas y audífonos enredados y caminaba a mi lado tan liviano como una bailarina de ballet y sin embargo alerta, siempre alerta, como si alguien fuera a encontrarlo en la mitad de la calle. Nunca se sabe, me decía, los demonios de uno siempre vienen, toman forma y de ahí quieren tomar el control, siempre. Jota llevaba un rosario colgado del cuello y sabía orar en latín, le gustaban los chistes de judíos y tenía uno que otro versículo bíblico memorizado. Me miraba en ocasiones y estallaba de risa "Yo sería sacerdote por sarcasmo, tú serías una santa por tus actos". Y Jota me abrazaba lleno de alegría y me decía que no comprendía mi estilo de vida. "Santa, Santa Barbara, no comprendo cuál es tu maldito problema" y se reía hasta las lágrimas y yo me reía con él sin saber exactamente si era una crítica o una broma infantil.
Nos sentábamos en la acera jugando con nuestros encendedores, Jota me contaba de sus sueños y las ojeras de su rostro pálido y enfermo complementaban aquellas historias que ciertas o no, mentiras o reales, tan reales como las marcas de sus brazos, siempre hacían que mi día tuviera sentido. "Santa Barbara, concédeme un milagro" me decía con su aliento a infierno, a nicotina, menta y ron pasado "Deja de estar tan triste, Santa Barbara, concédenos ese milagro". Se colgaba del poste más cercano y bailando alguna canción de los cincuentas se ponía a vociferar sus oraciones en latín, me decía que la vida era tan ridículamente hermosa que la odiábamos tan seguido, tan usualmente. Pero la gente no quiere matarse, no es en serio, me decía, si así fuera no estarían con nosotros, no es que se quieran morir, nadie quiere pudrirse tan rápido. Y a veces se ponía a llorar a mi lado, empapaba mi hombro de lágrimas amargas y me decía Todos necesitamos amor, Santa Barbara, lo único que necesitamos es morirnos de amor y que nunca nos olviden. 
Jota tomaba fotografías de gatos en los parques y de las manos de las personas, en especial de las mías, siempre las observaba. "Tienes manos de alguien que ha vivido mucho. Demasiado para una santa". Y me decía que lo acompañara a rezar el rosario, se reía y decía me voy a morir muy pronto, no se te ocurra irte porque me gusta mucho tu compañía, somos amigos, ridículamente felices en esta miseria. Jota. 
Jota que ya no quería nada de la vida y sin embargo soñaba más que todos, Jota que se fue en el momento en donde más lo necesitábamos, dejando un agujero extraño, marcas raras como las que adornaban sus antebrazos de amarga risa. 
No me busquen, dijo Jota antes de desaparecer, Uno debe de querer a las personas, no acostumbrarse a ellas. 


1 comentario:

Reinhardt Langerhans dijo...

Touché.

"Ámame, pero no te acostumbres a mí."

Ya lo había leído en otro lado, de otra forma, pero el recordatorio siempre es bueno. Suelo ser muy olvidadizo.

Saludos, Réquiem.