"El abuelo decía que muy en el fondo, todas las mujeres quieren un poco de violencia. El abuelo Braun no era una persona agresiva y mucho menos violenta. A comparación de los demás hombres de su época, el amaba profundamente a las mujeres sin caer en el término de un mujeriego o un viejo verde. En todo caso, el abuelo Braun decía que todas las mujeres, por más que se hagan delicadas y que se muestren muy reservadas o tímidas, les encantaría que un hombre las tome por la muñeca sin hacerles daño y las bese sin aceptar a que se rehúsen o digan una palabra. Él decía que todas quisieran que venga algún vampiro por la noche a meterse en su habitación, olisquear su perfume nocturno mientras duermen y besarles el cuello hasta que desfallezcan de emoción.
El viejo Braun tenía una imaginación única para estas cosas, pero todos lo escuchábamos todo el tiempo. Esperó a que fuéramos ya mayores para relatarnos sus teorías. Él decía que gracias a eso, hacía a la abuela Adelina la esposa más feliz del mundo. No era nada raro, la veías despertar con una sonrisa e irse dormir de la misma manera. A veces creíamos que nunca se habían peleado en sus más de cuarenta años de casados. Era envidiable y de todos modos, merecía una premio.
Pero el abuelo Braun también decía que todas las mujeres secretamente sueñan con que venga un extraño y guapo caballero montando caballo, que las secuestre con cuidado y con dulzura y que las mantenga en algún castillo oculto hasta que se enamoren perdidamente de él y luego que les hagan el amor. Si hay alguien sabe lo que es aquella actividad, quizá sea el abuelo Braun. Él decía que hasta hacer el amor tiene que ver con la violencia, no puedes simplemente andar entre almohadones y velitas como si fuera dar un paseo en cámara lenta. Dice él que tiene que ver mucho con la fuerza en las manos, con cogerse de las muñecas, morderse las orejas, arañarse la espalda, gritar o ahogar gritos, botar cosas de la mesita de noche, jalar sábanas y sudar copiosamente hasta que a la mañana siguiente, se oliera el amor saliendo por las ventanas.
A veces nos reíamos de sus ocurrencias, pero quizás el abuelo Braun sea uno de los últimos hombres que conocen a las mujeres. Recuerdo que cuando terminó la cena, Ernest me cogió con fuerza de la muñeca y me sonrió -¿Estará en lo correcto tu abuelo?- me preguntó y yo me reí.
Con un padre como Bertram Braun, me cuestiono a veces cómo papá no supo amar a mi madre"
Berta Dagna,
1 comentario:
Wow... algo brutal para antes de irme a dormir. Excelente :3
Publicar un comentario