viernes, 16 de marzo de 2012

El Alumno Invisible

Las horas durante el atardecer son los momentos más tristes del día, por lo menos ahora, que tengo que enfrentarlos cuando salgo de la universidad y el cielo se ahoga en un morado bastante agridulce. La solitaria vida universitaria se ahonda en el matiz de los grises con el paso de los días, pero asumo que estar así de triste es parte de la primera semana de clases. Alguien por ahí me diría que siempre sucede y que se me irá con el tiempo. No tengo porqué contradecirlo, una semana en la universidad no demuestra absolutamente nada. 
Hay un vacío bastante peculiar que me asalta a la hora de comer y salir de clases.
Me sorprendo bastante de la tristeza que tengo como efecto secundario de esta primera semana. Mi hipótesis es que sucede porque me he acostumbrado a reír todos los días y si no es por una que otra visita, en especial la de Claudio durante el miércoles, no río desde el día domingo. En casa mis padres están más emocionados y contentos que yo y considero que eso es algo bastante preocupante. 
No es que deteste la vida universitaria o que no me guste ir. Todo lo contrario, simplemente adoro las clases y esta forma nueva de ver las cosas, ir todos los días, leer docenas de separatas y levantarme relativamente temprano cuando es necesario. No renunciaría a esto por nada del mundo, pero no todo es confeti, felicidad y nuevos amigos. En especial nuevos amigos. 
Las pocas personas que he conocido son bastante simpáticas y amigables, en especial me agrada que compartimos esa tendencia a pensar mucho en las cosas de la sociedad y la realidad. A pesar de todo, me siento terriblemente fuera de lugar, bastante invisible y no es porque me ignoren o porque me cierre con las personas; simplemente es la sensación que tengo cuando salgo de clase y regreso a casa por la tarde y me pregunto qué ha pasado. 
Ni ganas de beber ni de tocar violín, tampoco de fumar (que ni siquiera lo hago) ni esas ansias locas de perderme en las luces nocturnas de la ciudad. He perdido toda manera fantasiosa e imaginaría de entretenimiento; ahora me baso en los libros, los simples audífonos en el autobús y en luchar contra la tristeza. Si alguien me preguntara qué es lo que más necesito ahora, yo respondería que es sentarme a hablar, un abrazo, una broma, compartir una Coca Cola helada o una salida sabatina al cine.
Contacto humano. Me estoy marchitando en mi dosis diaria de silencio, música en el autobús y libros cada vez que tengo tiempo de cogerlos. Si no me controlo terminará comprando docenas en unos meses; son los únicos que me acompañan en esta solitaria vida universitaria. 
Estoy a punto de terminar de leer La Pianista y ya me compré el tercer libro de Millenium.
Me siento menos sola.



Con frágil amor,
Requiem. 

1 comentario:

~Vero~ dijo...

Vaya... adoro esa manera q tenés de explicar las cosas.
Y supongo q es eso, buscar contacto humano. Yo voy a hacer precisamente lo contrario... se puede extrañar estar triste y solo?
Quizás yo siempre lo estuve pero no me daba cuenta... voy a hacer lo contrario.

Yo no puedo abrazarte pero quizás sí hablar... aunque más bien esto sería escribir xq hablaríamos por internet(?
Por ahora, puedo desearte suerte! y lo mejor para vos... Besos!