viernes, 16 de septiembre de 2011

Summer Is (not) Dead

Aunque jamás jugué a los 7 Pecados de pequeña, aún relaciono el sol con correr, con las bicicletas que nunca monté y la serie de pelotas de colores que si bien pateaba, muy chueca y torpe, fueron grandes herramientas de juego. 

El sol sabe a verano y el verano no es más que un momento del año, un respiro de felicidad y juventud. Las calles con sol me hacen recordar a los helados, las manos melosas de niños despreocupados y muslos desnudos que rebotan y se humedecen en las piscinas.

Los día soleados emanan el olor de los días veraniegos donde los adolescentes corren y se aman, se abrazan y nadan, contentos, como si jamás hubiera existido colegio alguno, en el mar verde y azul de la costa. Pienso en los amores apasionados, las huellas en el la arena y el sabor a bronceador, tan familiar. 
También pienso en mi padre y en cuánto le quiero. Mi papá y el sabor a cerveza helada con el suave ácido de un ceviche fresco, los días de padrenuestro en el cementerio, frente a la tumba de mis abuelos.
El sol me hace pensar en los jarabes y las cremoladas que congelaban las ideas.
Pienso en mi infancia, en el presente invernal y lo dulce de la vida.
Y sin embargo, me queda un sabor desconocido, fuera de lugar.
Quizás sea, la silenciosa presencia de la más profunda de las nostalgias. 

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