
Ya no pienso en esas cosas, porque simplemente no. ESE no es el problema.
El problema son todas las cosas que me puedo poner a pensar en una noche como ésta. No tengo regalo de cumpleaños para mi mamá mañana, no tengo tarjeta, no tengo canción de violín ni una mísera poesía. No solo me siento hija desorganizada si no que (más que otras veces) me siento la persona más rara del mundo.
Y esta vez las cosas no se ven tan bonitas.
Antes podía hasta decir que me sentía orgullosa de ser tan distinta pero ahora me doy cuenta que no gano nada, salvo una extraña admiración y una soledad tan grande que no entraría en un USB de 1000 GB.
Qué recibo por ser tan diferente. Que los adultos me miren distinto, que a mis padres les llegue altamente y que a las personas de mi edad les aterre.
Me quema una oreja izquierda y eso indica que hablan mal de mí (?), pero ya me acostumbré a que a esta hora siempre ocurra.
No vale la pena llorar por estar tan sola.
No vale la pena llorar por estar tan sola.
No vale la pena llorar por algo que he sabido toda mi vida.
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