jueves, 16 de diciembre de 2010

On Melancholy Hill

No vale la pena decir que es otro día de vacaciones. Hace mucho tiempo que no escribo, no como debería, lo más probable es que sea un bloqueo, uno de esos tantos que me tienen presa y de repente estoy allá, perdiendo el tiempo mirando el techo por la noche, anhelando la compañía de muchas personas y preguntándome que será de nosotros mañana, en un mes, en un año, en cien años, si es que llegamos. El color anaranjado que trae el verano desentona con mi alergia común, mis estornudos inevitables y esas ganas de abrigarme aunque el día parezca un Sahara. ¿Será que contradigo hasta el clima? ¿Hasta esos límites he llegado? Y cuando todos se pelean de frío, yo siento el calor característico de haber tomado whiskey, cosa que por cierto, no sucede desde hace mucho tiempo.
Me alegra haber pasado mis cursos pesadilla, me preocupa que mi mamá esté enferma y que ya no haya nada bueno en la televisión. Lo más probable es que necesite una distracción radical, algo como saltar desde un helicóptero, visitar la morgue o simplemente irme a jugar pistolitas al segundo piso del centro comercial.
Estamos críticos, señores y señoras, a mi me ataca el tedio y ustedes parece que no tienen nada mejor que hacer que venir a leer mis penurias y alegrías vanas.
Hoy también estuve pensando en todo lo que ha pasado durante el año. Se me cumplieron mis deseos que pedí en año nuevo al lado de Sarah, créanlo o no, se me cumplieron todos. ¿Pasé mis cursos? Efectivamente ¿Me enamoré? Si, también ¿Soy feliz al lado de alguien? Feliz hasta la euforia ¿Ha bajado mi locura característica? Para nada.
Ahora, no sé que voy a desear para el próximo año que logra espantarme de alguna manera. El último año del colegio, qué increíble, por fin llegó, no me la creo, nadie se la cree. Nos vamos del colegio y según mi papá, no los voy a volver a ver nunca más. Ya veré si me choca, veré si me pongo triste o siquiera si me emociona el hecho de largarme de una vez.
Me muero de alergia y de tedio, estoy sola en casa y la televisión se muere de programas malos. Ni siquiera veo televisión.
Ésta parece la típica y veraniega escena de un suicido en una novela de Stephen King.
Pero no, el suicidio es para cobardes aburridos.
Yo todavía tengo demasiado que hacer en éste mundo tan chiquito y rayado.


Req.

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