viernes, 15 de octubre de 2010

Sobresalto Tristón

Veamos ¿Cómo comienzo? Ésta no es una entrada larga o por lo menos espero que no lo sea, es solo un escupitajo psicológico que tengo que dar antes de comenzar a destruir cosas o a mover la pierna nerviosamente como las veces en que quiero acabar con la raza humana (exageración).
Las cosas son así de simple: Todos en éste mundo tenemos límites, fronteras que quizás nunca vamos a cruzar hasta determinado tiempo. Mayormente son bordes que nos asfixian durante la adolescencia, sí, este tiempo tan bonito y problemático que solo disfruto por ciertas peculiaridades, como la fuerza física (¿Qué?) y el vigor que nunca desentona.
Volviendo a mi tema, a mi queja, a mi problema de siempre que no me sobresaltaba desde hacía mucho: Todos en éste mundo tenemos una maldita marca, frontera, llámenlo como quieran.
¿Qué hago para no decirles directamente cómo se aplica a mi vida? Perfecto, les daré un ejemplo imaginario (más no muy lejano):


"María desde que ha sido chiquita, ha sido el amor fantasioso
de todos sus amiguitos del colegio, es porque ella es sonriente, lindísima,
curiosa, siempre está bien arreglada, aunque un poco tonta. Cuando creció, todos
también la perseguían, en las fiestas siempre se le acurrucaban porque estaba
buena y nunca perdió su sonrisa, tuvo más de cinco parejas en toda su secundaria
y era una amante ciega de las fotografías"

BORDE DE MARÍA: Ser siempre la simpatiquísima que todos los hombres mediocres amarán y solo uno, cuando ella crezca, será capaz de ver lo que verdaderamente ella es y la amará por su forma de ser, no por sus formas descomunales o su capacidad de satisfacer visualmente a cualquier macho.

Y aunque la explicación no tuvo mucho de glamour, hay que tener mi edad y vivir las cosas con los pies y los ojos bien puestos para darse cuenta que María se divirtió siempre, por lo menos en el ámbito social.
¿Saben qué? La soledad de las que estamos destinadas a ser buenas e incondicionales amigas toda nuestra vida es algo muy difícil de sobrellevar. Es decir querido mundo, perdón por no ser una Barbie (irónicamente, muchos me llaman así en diminutivo de Bárbara) ni tener una sonrisa espléndida, pero no por eso tengo que sufrir las molestosas consecuencias de una vida social reducida.
Mi frontera, mi borde, es estar así hasta que en el futuro alguien me demuestre que la humanidad no está tan perdida ni está llena de gente tan superficial y espontánea/momentánea.
Al parecer siempre seré la amiga sarcástica de humor negro que no te mandará al demonio si la llamas a las tres de la mañana si estás en una crisis nerviosa.
Maldición, cómo odio pensar en éstas cosas.

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