viernes, 14 de diciembre de 2012

Cicatrices

Observé el lago estéril de tu revolución. Las rosas abiertas de carne e historias supuraban palabras de putrefacción, alguien se apoyaba en el tronco de lo que fue un manifiesto frondoso. Yo observaba y me preguntaba a dónde había ido el hálito de vida, es mezcla de nicotina y sangre de sacrificios embarrada en el fusil. Las uñas partidas por intentar romper un féretro decorado de ingenuidades, astillas clavadas en los nudillos pálidos que alguna vez se unieron con los míos y chillaron silenciosamente "Libertad".
Pero nunca fuimos libres y aunque me quedé al otro de la jaula con las manos pudriéndose en el óxido de la conformidad, al otro lado de la promesa todo era diferente. Buscabas el aire limpio y ausente de esclavitud con una pasión tan abierta, tan fogosa que trajo todos los libros del mundo hacia una pila de ceniza triste. 
He aquí, las sobras de la revolución.
Qué poema ha quedado colgando de tus costillas, del cual me pueda coger para mantenerme despierta un amanecer más, un cuarto vacío de lo que dura nuestras pesadillas. En qué terror nocturno voy a inyectar mis deseos, con las rodillas pegadas hacia el mármol, llorando por esperanzas ajenas, extirpando el egoísmo y arrancando con él todas mis vísceras glaseadas de egocentrismo. 
Me despellejo ante nuestros sueños.
Y por respeto a lo que vivimos que fue nada y fue todo ¿Dejarás los huesos crudos de nuestra escalera maltrecha? ¿Me recordarás, allá en las mejillas arañadas y las monedas sucias, como algo más que un nombre? Una puñalada deliciosa, cuando digas que fui una buena persona, que hago falta en un mundo con el cual nunca me tomé de la mano. He aquí los silencios que te guardaste en el bolsillo, como una escena hecha polvo.
En cada hoja que escribí sobre ti, están las manchas de nuestro intercambio, ritual y eterno. 
Te dedico un soneto, un vals y tinta derramada.
A cambio me das una sonrisa. 
Y la nada.

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