viernes, 3 de agosto de 2012

Convulsión

Después de meses de adormecimiento, la sangre vuelve a circular por las arterias, las venas engordan, el cuerpo sigue moviéndose y se sacude las telarañas y las manchas de polvo que iban carcomiendo los huesos con lentitud. 
En el momento menos esperado el cadáver se levanta y comienza a silbar, abriéndose paso entre las tumbas, da uno que otro salto, piensa en Bob Dylan y va regreso a casa, aunque han pasado ya muchos años y nadie se acordará de él. Piensa abrazar y besar a su esposa, pero nadie ama a los cuerpos que ya están descompuestos. 
Tarde de viernes 
Dicen por ahí que nadie puede amar a la muerte. 
Agosto ha comenzado extraño, sintiéndose fuera de lugar en los cuadrados del calendario y las cosas simplemente fluyen en esa anormalidad. Llueve todo el tiempo, el agua corre y corre y ya he repetido mil veces que el invierno de Lima va a comernos a todos hasta no dejar ni el polvo de una risa. Pero poco a poco sus métodos de homicidio y alimentación van cambiando. 
Luego de una tarde de zombies y alegres duetos de Rieding con un viejo amigo mío, todos se fueron de casa y dando vueltas circulares en Internet, en medio de la absoluta nada, el llanto llegó como un golpe que rompe una ventana en quinientos pedazos. 
Pero más bien, sería como el puño que rompe el vidrio y se llena de pedazos, hay una explosión de reflejos y de sangre, algo grotesco pero fascinante al fin y al cabo. 
La doc, a quien veré con suerte mañana, estaría encantada de escuchar cómo me he vuelto una montaña rusa en cuestión de días y que el último día domingo tuve una alucinación en plena cena en donde juré ver a uno de los hombres de las mesas cercanas con una sonrisa cubierta de colmillos. Mi mente me juega trucos, como de costumbre. El tedio de la mente retorcida que se queda flotando hasta que viene a darte una patada en los huevos y luego te preguntas qué pasó y por qué carajo el cielo se puso morado en la mitad de un viaje de autobus. 
Aparentemente calmada, duermo de día y paso la noche escribiendo como hace mucho no lo hacía. 
Mañana me entregarán los pergaminos de la verdad locuaz. 
Y luego me iré a celebrar, sea cual sea el resultado.



B. 



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