viernes, 31 de agosto de 2012

Tela


Conocí a Camila hace un tiempo. Nunca termina de sorprenderme. Es brillante, aunque no se lo crea, quizá sea modestia, quizá de verdad no puede ver esa luz anómala que tienen las ideas increíbles dentro de su cabeza. 
Toca la guitarra cuando se siente triste, pasea cada vez que puede y durante las últimas semanas me contaba lo mal que iban las cosas. Fuimos a comprar libros, a buscar cigarrillos, le invité una Coca Cola la última vez que la vi y hablamos por unas horas. Dialogamos de todo, hasta que ella se frotó el rostro y me miró con los ojos sinceros y frágiles. 
"Se burlan de mi porque soy virgen" me dijo encogiéndose los hombros "Se burlan de mi porque soy virgen" y lo repitió tantas veces hasta que se quebró en un llanto que solo paró minutos más tarde. 
Sufrí, entonces, al verla así. 
Intentando calmarla, terminé llorando a su lado en la banca del parque. 
Al escucharla, me acordé de mi misma. 


... cómo se burlaría la gente, al vernos así. 




B. 

jueves, 30 de agosto de 2012

Hemorragia

Yo pinto por las noches, cuando hace frío y cuando llueve, pero también pinto cuando hace sol, con las manos hundidas en la tinta de la memoria, las uñas repletas de mugre, los años encima, por más que no tengo nada más que un par de relojes colgando de mis costillas.
Tengo pinceles de todos los tamaños, con cabellos de elefantes y con pestañas de hadas de bolsillo, tengo pinceles también que están partidos, porque el arte también es algo que también está herido. 
Pinto en medio de las macetas y las violetas, pero también pinto apoyada en la pared blanca del recibidor, uso un viejo atril de violín triste como caballete porque el día que la inspiración se muera de cáncer, llorará monedas con la misma rapidez que los bancos, que de por sí ya están bastante enfermos. 
Ah, pero yo pinto todo el tiempo, a veces sin pinceles, a veces sin manos manchadas ni uñas partidas por la mitad, a veces sin regocijarme en la mugre que arrastra un trabajo bien hecho, como quien nace rodeado de vísceras y sangre amorosa. 
Pinto pensando en las personas, pensando en ella, pensando en él, pensando en ellos, en nosotros y en ustedes y casi todo el tiempo, pinto pensando en nadie, porque del vacío nacieron las mejoras obras. Del vacío y de las manchas y los errores. 
Yo pinto con amor y con tristeza, con dedicación y con escupitajos usuales de la más cruel indiferencia, pero no hay esquemas ni fórmulas para explicar cómo se sangra el arte, ni la belleza ni la inspiración. 
Uno simplemente se queda ahí, sentado, con las manos ocupadas.
Preguntándose qué tan largo es el camino espinoso del alma hacia la hoja de papel.


B. 




Digna





Y a mi me dijeron "¿Cómo es posible que esa mujer haya cantado en el Olimpia de París? ¡En ese teatro solamente canta la gente digna, honesta y respetable!" Yo les dije "Entonces debería de estar cerrado toda la vida". 


Chavela Vargas  
(1919 - 2012 )

martes, 28 de agosto de 2012

El Silencio

"Ocurre que cuando las palabras no bastan, cuando ya no son capaces de transmitir lo que el afecto hace vivir, enton¬ces estamos amando en plenitud. Y cuando las palabras no son capaces de manifestar lo vivido apelamos al símbolo, lo que es otra manera de callar. Ofrecer un símbolo es "no hablar" o, más bien, buscar que una cosa o un gesto hablen por nosotros. Eso es precisamente lo que hacemos en la liturgia; el lenguaje simbólico es el lenguaje del amor que rebasa las palabras [...] Cuando dos personas que se quieren callan y simplemente se acompañan, sienten que se están amando en profundidad".

Gustavo Gutiérrez
Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job. 
Lima, 1986 


Agua Pasada

Mientras regresábamos a casa, prendió un cigarro y arrojó el humo mirando hacia atrás. Decía que era de mala educación echarle aquella nebulosa gris a la gente en la cara, era solo un gesto de rechazo o de indiferencia, mejor era darse al vuelta, en ocasiones. Parecía que iba a llover y el blanco del cielo enfermo se tornaba gris con los pasos que dábamos por la avenida. "Quizá no estamos listos y es todo" me dijo de repente y no entendí qué quiso decir "Creo que hay personas que simplemente no nacieron para amar". 
Me invitó un cigarrillo cuando llegamos a la panadería e intentando prender el encendedor contra el viento que nos calaba los huesos, me repitió su idea sin estar seguro del todo "¿No es eso triste?" me dijo con un gesto de malestar "¿No es horrible que haya gente que simplemente no puede?".
Regresando a casa y a su lado, recordé lo mucho que nos parecíamos. Tanto porque nos gustaba el invierno y le encontrábamos el toque amargo a los largos veranos en la ciudad, porque caminábamos uno al lado del otro y nos contábamos los más abismales secretos y sin embargo no podíamos decir que teníamos confianza. Nunca, hasta ahora, llegué a entender como pudimos haber estado tantos años así, creyendo que uno de nosotros desaparecería en cualquier momento sin dar explicaciones y al final sacaríamos del cajón la manoseada frase que acordamos desde pequeños; Todos se van. Todos mienten.
Pero también era porque lo que más teníamos en común y nos separó por tanto tiempo del resto, fue nuestra nula capacidad de cerrar la piel después de un corte. Me miró sonriendo y me sentí alegre, mirándolo con su cigarro en la boca y las manos dentro de los bolsillos. Podría girar para mirar hacia atrás, y ver los dos regueros de sangre que arrastrábamos a todos lados. 
La gente camina bajo la lluvia fumando y tiene la piel marcada por su pasado, para recordar antes de dormir lo que sucedió. Hay manchas blancas, hay rasguños que duran años, hay tejidos, hay costras y piel que se muere y vuelve a nacer, pero nosotros no sabíamos nada de eso. Le dicen cicatrizar. 
Nosotros podíamos regresar a casa fumando, podíamos ir a la ópera o a pasear por la ciudad muerta, pero siempre arrastraríamos aquel riachuelo de sangre roja de todas las cosas que nunca se cerraron, que nunca van a cerrarse. Y siempre creí que quizá no estábamos listos y eso era todo, que quizá hay personas que simplemente no nacieron para cicatrizar.
Pero nunca se lo dije. 
Y así, regresamos a casa. 

domingo, 26 de agosto de 2012

sábado, 18 de agosto de 2012

Sintético



La fría lluvia que limpia
los carriles intoxicados en donde corre tu risa
alegre y enferma, infectada de vida 
queda el rastro de mugre 
que escribió el verso siguiente 
no hubo amor sin sangre 
nada nunca será suficiente 



Y el color plastificado 
danzando bajo tu lengua 

viernes, 17 de agosto de 2012

La Duda (2008)

"Aún si siente certeza, es una emoción, no un hecho". Nunca le conté a nadie lo que la película La Duda significó para mi. Más que fascinante, más allá de ponerme de pie en medio de la oscuridad del cine y decir que fue una buena película, hacer mis hipótesis sobre un posible premio y retirarme a casa sin sonreír.
La Duda es una de esas películas que algunas personas no suelen comprender, otras subestiman y estamos los que nunca más la dejamos ir, porque tuvo dentro del guión y la historia, algo de nosotros mismos. 
Después de haberla visto cinco veces, sigue pareciéndome tan fresca como la primera vez, ni tibia  ni caliente, como quien flota entre una fiebre y un calor de felicidad. 
La película no da vueltas alrededor de la historia de un bonachón sacerdote y su comportamiento con el único estudiante negro de una escuela católica situada poco después del asesinato del presidente Kennedy, no da vueltas alrededor de la hermana Aloysius, endurecida por su convicción, su disciplina y su falta de compasión ni tampoco de la inocente hermana James, asustada y temerosa de dar un paso más allá de lo que los hechos le digan. No, no es así. La película da vueltas alrededor de los agujeros que hay dentro de las personas, esos abismos enormes en donde solo corre el viento más frío de todos y que arrastramos hasta el final de nuestros días, o hasta que algo llegue llenarlos hasta desaparecerlos.
Miraba la película y pensaba en lo que nos une. No es solo la convicción en algo, tampoco la fe, pero sí el miedo y la duda; las personas se unen una con otras cuando están solas y no saben hacia dónde se dirigen. ¿Cuántas veces me ha pasado? ¿Cuántas veces me he aferrado a los bordes más cercanos porque las cosas se estaban desvaneciendo y me encontré en el camino con personas que llegué a querer tanto?
Cuántas veces hemos buscado a alguien en vez de resignarnos a estar solos y permanecer así, con nuestros vientos helando aquellos abismos internos.
Sigo teniendo problemas para hablar por las noches, me vuelvo tartamuda y escribo poco, lento, pero intento remediarlo. De la mejor manera que puedo, solo quería decir lo mucho que significó La Duda para mi.
Hay cosas que llegan cuando no las esperas, pero sí en el momento en donde más las necesitas.




jueves, 16 de agosto de 2012

Tokio Blues (Norwegian wood)

Tokio Blues me acompañó desde los primeros hasta los últimos días de una tristeza singular. Me senté durante horas al lado de la ventana a leer mi primer libro de Murakami y pensar en todo lo que decía. Abrir aquel libro fue como dejar que la niebla que de por sí flotaba en mi habitación se tornara más densa, un poco más aguda, se metiera más al fondo de las arterias. 
Una historia de amor coja, incompleta y sin embargo las cosas encajaban con el paso de las páginas. No ha sido el mejor ni el peor libro de la historia, no ha sido la más conmovedora ni la más frívola historia de amor que he podido leer, pero Tokio Blues tuvo algo peculiar entre los demás libros, como quien te deja un rastro agri-dulce, más agrio que dulce dentro del cuerpo. 
Terminé de leerlo en los últimas días en donde toqué fondo y luego de pensar en morir durante el amanecer del martes, desperté a las nueve de la mañana en el consultorio de la buena Rossane a decirle que me sentía mejor y no mentía ni tampoco miento. Me siento mejor.
Tokio Blues y su historia cargada de amargura. Le presté el libro de Lex hoy día, espero que lo disfrute. Mientras tanto me quedo intentando escribir inútilmente alguna clase de comentario, pero me hago nudos y pelotas porque en las noches a veces me regresa la dificultad para hablar. 
Tampoco hay mucho que decir. 
Tokio Blues y la mancha de azul triste se quedó en mis manos cuando cerré el libro y juré mantenerlo así, cerrado, hasta que pueda volver a creer en los demás. 


miércoles, 15 de agosto de 2012

Miércoles


Tarde en casa de Criminal.


Zombies. 
Fake Cocaine
Nirvana.

Morgan.


martes, 14 de agosto de 2012

Tenue

El frío característico del invierno en Lima. Siempre, el invierno que amenaza con comerse todo y a absolutamente todos. Escuché el silencio frágil que hay durante los amaneceres y recordé que los prefería, porque siempre he detestado los atardeceres. Hay algo amargo, extraño y punzante en el naranja, el violáceo del cielo y el sol ensangrentado ocultándose en el horizonte. La desaparición de la luz no siempre trae trae algo mejor. Pero este amanecer ha sido diferente a los demás, porque pensé en morir de una manera más real que nunca, fuera de bromas, de exageraciones y frases garabateadas. Pensé en morir como quien piensa en descansar y me sorprendí en aquella sensación de vacío, porque nunca se me ocurrió que aquel momento llegaría. Me la paso hablando a gritos diciendo que la vida es bella en su imperfección y hay belleza incluso en las amarguras, no es una mentira, de verdad lo creo así, pero no sé por qué parece que no fuera así. A alguien que no sabe qué le hace feliz y porqué sigue aquí es muy fácil que se le ocurra en morir durante un amanecer. Morir, dormir, descansar, despertar en algún otro lado o en la mera nada. Pensé esta mañana en morir de manera muy seria por primera vez en mi vida, pero las manos se quedaron bajo la almohada, los pies helados enredados en las sábanas y horas después terminé de leer un libro sentada en la sala. Horas después de mirar el techo con las mismas ideas, voces e imágenes dando vueltas en mi cabeza, metí las manos en los bolsillos y me fui caminando. 
Hoy pude hablar de nuevo como lo hacía antes. 
Dicen por ahí que el invierno solo se va cuando no tiene nada más que consumir, pero no es así. 
La nieve se derrite ante la luz tenue, solo para dejar ver las hojas verdes de algo que seguirá estando vivo. 


B.

lunes, 13 de agosto de 2012

CAPÍTULO XII



El siguiente planeta estaba habitado por un bebedor. Esa visita fue muy corta, pero hundió al principito en una gran melancolía:
- Qué haces ahí ? – le dijo al bebedor, que encontró instalado en silencio ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
- Bebo – respondió el bebedor, con aire lúgubre.
- Por qué bebes ? – le preguntó el principito.
- Para olvidar – respondió el bebedor.
- Para olvidar qué ? – inquirió el principito, que ya lo compadecía.
- Para olvidar que tengo vergüenza – confesó el bebedor bajando la cabeza.
- Vergüenza de qué ? – se informó el principito, que deseaba socorrerlo.
- Vergüenza de beber ! – concluyó el bebedor que se encerró definitivamente en el silencio.
Y el principito se fue, perplejo.
Los adultos son decididamente muy pero muy extraños, se decía a sí mismo durante el viaje.





El Principito 
Antoine de Saint-Exupéry
Capítulo 12 

domingo, 12 de agosto de 2012

Sueños.




‎"Nos han prometido que los sueños se vuelven realidad-  
pero olvidaron mencionar que las pesadillas son sueños también"



Oscar Wilde.  

viernes, 10 de agosto de 2012

Anotación #12






Solo quiero estar sola. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Letras



La perdí como nunca creí que iba a llegar a perderla. Es extraño, porque así como por amor la encontré, o mas bien llegamos a encontrarnos, por el amor las cosas también cambiaron. Y no es que los cambios sean malos y arruinen las cosas, pero algunos son suficientes como para destruir el pasado.
Por más malo que haya sido ¿Por qué tuvo que pasar? ¿Estaba escrito en algún lado? De entre todas las catástrofes y miserias que pasaban por el cielo todos los días, esta nunca apareció, siempre estuvo enterrada en la imposibilidad. La he perdido, ella me perdió, nos hemos perdido mutuamente. No queda ni las ruinas de lo que fue, de lo que conocí hace muchos años y juré unir hasta la eternidad con hilo rojo, invisible y tosco a las costillas que me sostienen. Las tijeras. Siempre las tijeras llegan a donde las llaman.
Ni rastro débil de lo que fuimos. La nada en su manifestación que más carece de gracia. Un escenario sin público, una ventana sin luces del otro lado. Mar sin sal. Y ella no sabe que la he perdido, no sabe que las cosas se han hecho polvo, como ese polvo en que se transforman los cadáveres después de los años.
Se fue junto con el mes de julio, cálido y ridículo.
Se fue por amor, así como por amor llegó. 

martes, 7 de agosto de 2012

Hollín

Con la cabeza bajo el agua
y asfixia entre líneas de cocaína
los labios azules en la sangre oscura
te quiero blanca, te quiero pura

En la luz amarga de las ojeras
y putrefacción en los ángulos de metanfetamina
el vaho violáceo de un beso de muerte
te veo brusca, te abrazo fuerte

Manos frías en tu halo siniestro
y el vómito ámbar de tu risa de diamantes
las venas infectadas del amor pasado
siempre te recuerdo
siempre te he amado



Anotación #12


Barranco. 5.08.12
El término no es tristeza. Es algo parecido al vacío. Un momento, no saber adónde ir. adelante o atrás, si el pasado o el presente. Es un intermedio, un limbo nebuloso y se siente como morir lentamente, unas quinientas veces sin detalles ni exageraciones.
Y así pasan las noches de agosto, con mucho frío y lluvia diaria. Agua sucia y mugre en la Lima cotidiana, sin amor, sin voces, sin luces.
De día todo parece estar bien, como si los cadáveres no existiesen ni debajo de la tierra ni caminando por mis pasadizos. 

Agosto 07

Anoche las luces de la ciudad tomaron vida. Los rostros de las personas se deformaban en diamantes raros, formas geométricas que brillaban y unidas a los semáforos, daban vueltas en una maldición perfectamente circular y cristalina. Se me enrojecieron los ojos, se me nubló la vista. Los faroles de un auto iluminaron mi rostro deformado por la risa y las pupilas dilatadas a punto de derretirse como cera por el rabillo de los ojos. Caminé sin sentido, sin orientación y sin la menor idea de a dónde iba; lo único que sabía era que estábamos ahí los dos, igual de jodidos, igual de mareados y con la risa a flor de labio porque ya no podíamos ver con claridad. 
Los brazos se me pusieron moradas y vi un par de manos con siete dedos aferrarse a mis hombros, grité dentro del taxi, golpeé las ventanas hasta casi romperlas en pedazos y él me cogió del brazo, me pidió queme calmara. Esas manos no se me quitaron de encima hasta poco después y mientras tanto, del cielo llovían luces raras, gotas de sangre tan grandes que tiñeron el vidrio del taxi en un carmesí desnutrido. Bajamos en la plaza cerca de la iglesia, me contó sobre sus planes, que no recordaba que día era y que si había alguien en este mundo preocupado por nosotros. Negué. Mentí. 
El alcohol le daba patadas al cerebro, algo invisible y doloroso se apoderaba de mi cuerpo hasta que ya no pude caminar si no solamente cojear. Un dolor en la garganta, un quemazón infernal subía y bajaba como en un columpio hasta que me cogí de la baranda cuando estábamos cruzando y puente y vomité en la oscuridad. Allá partieron el color frágil de lo enfermo, las viejas historias y los pedazos infectados de la noche. Y él solo se reía tristemente y decía, Vomitas en arco iris, vomitas toda la luz y los colores que nunca han sido tuyos, que nunca has tenido. 
Se enjuagó la boca con ron, arrojó la botella de vidrio hacia el infinito de los autos que pasaban debajo de nosotros a toda velocidad y vi la escena en cámara lenta, el vidrio rompiéndose, la cabeza explotándome después de casi tres horas de no ver nada más que manchas, borrones, cristales con vida propia. 
Hacía frío en la luz mortecina del amanecer, sentados en la escalera de su casa. No me abrigó, yo tampoco lo abrigué, nos quedamos mirando al cielo azul, negro y violáceo al mismo tiempo sin saber si era real, si era un sueño, si estábamos lúcidos o si siempre estuvimos igual de jodidos que esa noche.
Allá van nuestros sueños y pesadillas, me dijo, señalando a un punto desconocido en la oscuridad de las calles vacías, Allá vamos todos nosotros, no sé si hacia la muerte, solo sé que allá nos vamos. 



lunes, 6 de agosto de 2012

T.D



No es miedo a volverse loco 
es miedo a que del otro lado
en las alucinaciones y palabras inventadas 
uno se encuentra solo 
y se olvida de lo que vivió 
cuando todavía estaba 
al otro lado de la frágil frontera


No es miedo a las pesadillas 
pero a verlas abrazadas a lo real 
y ser despertado sutilmente 
por el químico concentrado 
y la vieja electricidad 


sábado, 4 de agosto de 2012

viernes, 3 de agosto de 2012

Convulsión

Después de meses de adormecimiento, la sangre vuelve a circular por las arterias, las venas engordan, el cuerpo sigue moviéndose y se sacude las telarañas y las manchas de polvo que iban carcomiendo los huesos con lentitud. 
En el momento menos esperado el cadáver se levanta y comienza a silbar, abriéndose paso entre las tumbas, da uno que otro salto, piensa en Bob Dylan y va regreso a casa, aunque han pasado ya muchos años y nadie se acordará de él. Piensa abrazar y besar a su esposa, pero nadie ama a los cuerpos que ya están descompuestos. 
Tarde de viernes 
Dicen por ahí que nadie puede amar a la muerte. 
Agosto ha comenzado extraño, sintiéndose fuera de lugar en los cuadrados del calendario y las cosas simplemente fluyen en esa anormalidad. Llueve todo el tiempo, el agua corre y corre y ya he repetido mil veces que el invierno de Lima va a comernos a todos hasta no dejar ni el polvo de una risa. Pero poco a poco sus métodos de homicidio y alimentación van cambiando. 
Luego de una tarde de zombies y alegres duetos de Rieding con un viejo amigo mío, todos se fueron de casa y dando vueltas circulares en Internet, en medio de la absoluta nada, el llanto llegó como un golpe que rompe una ventana en quinientos pedazos. 
Pero más bien, sería como el puño que rompe el vidrio y se llena de pedazos, hay una explosión de reflejos y de sangre, algo grotesco pero fascinante al fin y al cabo. 
La doc, a quien veré con suerte mañana, estaría encantada de escuchar cómo me he vuelto una montaña rusa en cuestión de días y que el último día domingo tuve una alucinación en plena cena en donde juré ver a uno de los hombres de las mesas cercanas con una sonrisa cubierta de colmillos. Mi mente me juega trucos, como de costumbre. El tedio de la mente retorcida que se queda flotando hasta que viene a darte una patada en los huevos y luego te preguntas qué pasó y por qué carajo el cielo se puso morado en la mitad de un viaje de autobus. 
Aparentemente calmada, duermo de día y paso la noche escribiendo como hace mucho no lo hacía. 
Mañana me entregarán los pergaminos de la verdad locuaz. 
Y luego me iré a celebrar, sea cual sea el resultado.



B. 



jueves, 2 de agosto de 2012

Agosto


Qué honesta es Lima cuando llueve.
Como si por un momento le dejáramos de importar.
Entonces, se pone honesta, sincera; todo lo que nunca ha sido ni será.

Llueve por la madrugada, llueve por la noche, llueve por la tarde. 
Y antes del amanecer se escucha el agua que corre.

No tanto por las calles mugrientas de la ciudad 
pero sí por las ventanas y por las grietas de las paredes.


Tal como son las cosas, el invierno de Lima es diferente a los demás 
te come mientras duerme, se te mete por debajo de las uñas 
y cuando despiertas tan triste, tan azul y gris 
no sabes si echarle la culpa al pasado, al frío y a la serotonina 

O aceptar que no importa el porqué sucedió. 
Lima al final, nos comerá a todos. 
Y no quedarán ni siquiera los huesos de lo que fue la felicidad.
No quedará ni siquiera el polvo de una risa. 
Nada.