lunes, 31 de enero de 2011

Llovía

Lorena está enojada. Cuando tu esposa se molesta, hay muchas cosas que debes de plantearte antes de dar el primer paso. Pensar en que quizás no quiere verte, quizás necesita un abrazo o solamente quiere estar sola. "Dar un espacio", esa frase manoseada que creemos ley ¿Desde cuando a las mujeres les ha gustado estar en completa soledad? Lorena no me mira a la cara, me da las cosas de mala gana, gruñe, maulla y responde en monosílabos con tal de no explicarme el porqué de su malhumor. No es menopausia, no está tan vieja, tampoco son esos días anatómicamente negativos que tienen las mujeres todos los meses y las vuelven gruñonas o sensibles. ¿Qué le he hecho esta vez?
Se me ocurre entonces regalarle algo, a ver si me sonríe. Buscaría rosas de tallo largo, esas que cuestan un ojo de la cara, haría el esfuerzo de ir hasta la tienda y elegir las más rojas, las que combinen con sus manos pequeñas. Y si la florería está cerrada, supongo que dulces, chocolates sin maní porque los detesta, bombones sin avellanas, las odia, odia las frutas secas, ha andado siempre enamorada de las cosas simples, sencillas, sin muchos adornos pero de gran sabor, significado.
Quizás por eso se casó conmigo.
Contradició a todo el mundo hace años y se fue de mi brazo, se dejó guiar hasta la iglesia, dejó que los años pasaran sin chistar, sin gritar malas palabras por los pasadizos, sin lanzar jarrones ni llorar desconsoladamente.
Y yo intento comprarle flores, chocolates, como si fueran una clase de soborno para que me diga porqué está tan molesta. Lorena encuentra grandeza en lo simple, en lo pequeño, el hecho de no mirarla cuando la saludé era suficiente para su preocupación, que me diera tres vueltas al dormir en vez de cuatro también. Y sin embargo jamás se agitaba, siempre estaba serena, no se entrometía, si yo me callaba ella también, no le gustaba exigir, mucho menos mandar.
Entonces, podría yo comprarle un libro. Esas novelas raras que le gusta leer. ¿Estaría de humor para sentarse en la cama y amanecerse, como cuando se sentía triste? Tantearía yo en las librerías, buscando títulos entretenidos, libros gordos y de páginas suaves que la complazcan.
Me decidí por mezclar la idea de los libros y de los dulces. Sería perfecto, si no era una cosa era la otra, Lorena no quería hablar, pues yo la iba a hacer hablar. Cogí las llaves mientras ella estaba parada frente a la ventana y antes de llegar a la puerta, comenzó a llover de golpe.
Se arruinaron mis planes.
Iba a ser probablemente otra noche de silencio, Lorena dormiría abrazándose a sí misma, me ignoraría por completo, no me besaría, no le haría yo masajes en sus hombros redondos ni en su espalda infantil. No haríamos más el amor. La he fregado por completo.
-¿Crees que soy mala?
La voz de mi esposa opacó la bulla de la lluvia. Tuve miedo de acercarme, lo vencí, lo hice, estaba temblando internamente y me sentí patético. "Un poco" le contesté dándole un beso debajo de la oreja. Quizás sonrió, quizás no, se giró y me dio un abrazo largo, sin lujurias, sin penas, sin remordimientos, un abrazo neutral, vacío, suizo.


-Si lo he sido, lo lamento. Yo no tengo remedio.

-Para mi, tu eres perfecta.

-¿Sin importar todos los problemas que te causo?
-Te amo.- la besé y me apoyé en su hombro tibio -He ahí tu respuesta.

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