Sí que me siento vieja. Hace unos segundos yo leía las entradas y cómo era mi blog antiguamente, en su primer año de existencia: 2008. ¡Pues yo sí que era una chiquita bien triste, les puedo decir! Es increíble los pasos que he dado desde mis trece años hasta ahora. Han pasado cuatro años, aún no cumplo mis 17 pero ya me comprenden. Supongo que mi manera de escribir ha cambiado en gran manera, si quiero darme cuenta de todos los cambios que he tenido solamente tengo que comparar esas entradas cortas de imágenes comunes y vocabulario sencillo, tonos lastimeros, quejas de mi familia, de mi vida, esos textos donde aseguro a todos mi infelicidad. Vaya, vaya, es cierto cuando mis amistades me dicen que he cambiado mucho ¿Lo he hecho? ¿De verdad? Joder, yo creo que si.
Creo que soy más feliz que antes (ja, que tal comentario) y eso implica un cambio radical. Últimamente me pongo muy optimista, bailo sola, ya encontré mi risa natural y he dejado de copiarme de los demás, sigo siendo la cabra loca de siempre pero ahora sonrío más que antes.
Creo que soy más feliz que antes (ja, que tal comentario) y eso implica un cambio radical. Últimamente me pongo muy optimista, bailo sola, ya encontré mi risa natural y he dejado de copiarme de los demás, sigo siendo la cabra loca de siempre pero ahora sonrío más que antes.
Ésta es solo una entrada para comentar ese detalle. Me hago vieja, decrépita, engordo, se me forma el cuerpo (¿En serio?), me pinto los labios de color vino, uso brillo, colonias frutales, le muerdo las orejas a Laurence y mi alma estalla en cosquilleos físicos y felicidad cuando nos besamos.
Amo escuchar a los demás por mas trillados o complejos que sean sus problemas.
Insulto a la gente cuando se lo merece y amo los juegos con pistolas y malas palabras.
Se llama crecer y a todos nos toca alguna vez.
Lo importante es ser feliz, con o sin bastón.
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