sábado, 8 de enero de 2011

Creer

Todos necesitamos creer en algo. Cuando éramos niños, quizás no todos, pero la mayoría de nosotros le tenía miedo a algo ilógico, ya sea porque pensábamos que habían monstruos en la oscuridad, animales horribles debajo de la cama o malas intenciones en los hombres disfrazados de payasos que regalan globos en la puerta del zoológico, al lado del carrito de canchita. Yo le tenía miedo a buscar mis zapatos debajo de mi cama, a bajar por los toboganes de los juegos que había en los restaurantes, también le tenía miedo a subir al techo por la noche y a dejar abierta la puerta del clóset. Con los años crecí, me di cuenta que dentro de los armarios solamente hay ropa que se cambia según la estación, en el techo solo hay polvo y frío, debajo de mi cama siempre estará el desorden de zapatos, cuerdas, sandalias y ganchos que no ordeno jamás.
Y a pesar de haber dejado de creer, de tener confianza en que algo o alguien iba a hacerme daño sin haberlo experimentado alguna vez, no soy más feliz que cuando era una niña. Tampoco vivo en infelicidad, no me quejo de mi vida, últimamente estoy de un buen humor inacabable, mi mamá está irritadísima porque dice que estoy más rara de lo normal cuando estoy alegre. En fin, no es el punto, jamás lo será. ¿Cuándo fue que dejamos de creer en fantasías, en cosas ilógicas que nadie jamás nos comprobó? Quizás cuando nos enseñaron en el colegio que algunas cosas tienen su comprobación, cuando escuchamos en las películas o en boca de nuestros padres "Ver para creer, corazón, ver para creer" o el clásico "Una imagen vale más que mil palabras" de nuestros amigos y sus chismes pueriles.
Sin embargo, aún queda un rastro de esa sensación de "creer" que teníamos cuando estábamos niños. ¿Acaso no tenemos fe en las personas? ¿No creemos en las situaciones? Hasta yo, que tanto repito que no confío en nadie, que todo el mundo miente, tengo la necesidad de pensar que alguien no me va a traicionar jamás, muy en el fondo. ¿Y saben porqué? Es lo que se llama una de las tantas cosas que el ser humano necesita para ser feliz: Creer en algo. Amigos míos, todos tenemos que creer en algo o en alguien, quizás para algunos sea innecesario o una pérdida de tiempo, pero hasta los ateos, los misántropos y los pesimistas más críticos, han guardado ciega confianza en alguien. ¿No confía alguien, en una persona que ama? Si un hombre y una mujer se aman profundamente, ella jamás lo rodearía de mujeres sensuales y semi desnudas para probar su fidelidad y control... porque simplemente en su corazón le nace confiar en él y ahí está. Si ella está equivocada o si está en lo correcto, eso es completamente otro tema.
Nuestros padres, mis padres, ellos confían, creen, tienen fe en mi y no tienen que ponerme tres líneas de cocaína para comprobar que se equivocan o no. El mundo, por más lo que digan los medios, jamás va a ser una mole constituida por hechos, pruebas, material científico, siempre quedarán cosas que nadie va a demostrar, que no tienen explicación ni un proceso determinado como quizás tenga la formación de un feto o el crecimiento de la mariguana.
Todos necesitamos, ese vacío lleno de errores que tenemos los seres humanos en el fondo de nuestro espíritu, esa tendencia de estar tristes porque recordamos malas experiencias que quizás buscamos, pasos equivocados... se puede terminar con la simple idea de ser aceptados sin importar lo que hayamos hecho.
Hey... yo creo en Dios, después de mucho tiempo lo siento real. Con el tiempo me fui dando cuenta que los años más felices de mi vida fueron cuando yo tenía fe. Ahora cuando mi papá me grita, sé que aunque me decepcione, aunque me chupe a veces mis ideas positivas y me cargue de malos sentimientos, tengo un papá allá arriba ¿Verdad?
Es bueno saber que hay alguien que jamás te va a dejar y que hace que todo tenga un sentido.
Piensen en ello, aunque sea un poquito.

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