miércoles, 19 de septiembre de 2012

Flechas

El secreto es, como había dicho la semana pasada, el mes pasado, el siglo pasado, llorar antes de dormir. No me entendió, así que se lo repetí de nuevo y casi rompo la taza de café, esa que tiene los bordes dorados y una cucharita de plata que nunca se oxidaría. Le dije, reír por el día, llorar antes de dormir de todas las cosas que momentáneamente desaparecen, algo así como hacerse un espacio entre la niebla y decir "Esto es lo que no quería ver, pero lo que existe. Y bien, mañana habrá jugo de naranja por la mañana, la mesa estará llena, el autobús parará antes de dar la vuelta ". Me entendió y seguimos hablando sin tener mucho qué decir, le expliqué que todo iba muy bien y al mismo tiempo muy mal, porque un dolor extraño en el corazón entremezclado con una arritmia se había apoderado de los minutos en donde se lee tranquilamente al lado de las macetas. Comprendió, se rió hasta que le dolieron los huesos y la mandíbula y me dijo Qué bien, estás mejorando, al fin y al cabo no estaba todo tan mal ¿O si? ¿Te acuerdas?, me decía ¿Te acuerdas cuando ahora sí todo era un infierno total? Y se nos vino a la mente agosto, el año 2005, la navidad del 2007 y las peores cenas de la infancia con un plato de papaya nauseabunda cubierta en azúcar y pasas arrancadas del pan. Reímos mucho y también lloramos, pero me paró antes que pudiera continuar, Déjalo para la noche, me dijo, Tú siempre lloras de noche, hace mucho tiempo que no te das el extraño lujo de llorar frente a alguien y mucho menos de día. Asentí, porque no se equivocaba, apagamos la radio, nos encogimos los hombros y la taza de café se hizo añicos porque la vida comenzaba a tener más sentido, aunque las cosas no fueran del todo bien. 
Me miró sonriendo y se recostó en la mesita redonda, Lo quieres mucho ¿No es así? me preguntó con aires de seguridad traviesa como de carnaval. Miré por la ventana, con el cristal más sucio de la ciudad. Lo quieres mucho, afirmó sonriendo, Y ese es tu problema. 
Entonces perdí el corcho y al no tener como cerrar la botella, nos la terminamos en medio de septiembre, el septiembre raro, septiembre soleado. Nunca le respondí, porque no era necesario. 






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