miércoles, 5 de septiembre de 2012

Calendarios

Hoy día hablábamos después de mucho tiempo. Yo la miraba y ella me miraba a mí y después de una sonrisa amarga yo le decía "Si alguien me preguntara cómo fue agosto, yo le diría que fue estar en el infierno". Y así, como diríamos anteriormente, nos fuimos a la mierda por completo y el tiempo pasó lento o quizá demasiado rápido. Me contó sus historias, le conté las mías, miramos por la ventana en silencio y pensamos en lo mismo una y otra vez "Pasamos un mes en el infierno". Como jamás había sucedido antes, perdimos el control de las cosas, la capacidad convencer a las personas para que ignoren el reguero de sangre que dejamos a donde caminamos.
Sangre, porque no sabemos lo que es el tejido, la piel que se cierra, los cabellos que crecen. Caminamos de un lado a otro con la herida abierta y se ha vuelto una pequeña molestia, todo controlado, caminábamos y caminamos sangrando a todos lados, intentando cubrir con flores muertas aquel triste rastro. 
Fumamos en medio del frío de la tarde, caminando de regreso a la universidad. Agosto, el mes en el infierno, se desvaneció de un momento a otro y ni siquiera podíamos explicarlo. Yo no puedo, ella no puede, las cosas parece que han mejorado de un momento a otro.
Pero es una larga espera, porque en cualquier momento, aquello raro e inexplicable que no sabemos definir nos arrastrará a un nuevo agosto, que quizá sea un octubre, quizá un diciembre.
Amor, caos y luchas cuerpo a cuerpo con los demonios de adentro. Ha llegado septiembre para ella y para mi, agosto se fue, parece como si nos hubiéramos arrancado aquella piel triste y enferma de encima. Parece como si las cosas fueran a estar bien por siempre. 



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