sábado, 21 de marzo de 2009

Los dedos fríos de la muerte

Corrí media cuadra. Ibamos a llegar tarde y eso no podía ocurrir. Llegé y entré directamente hasta mi asiento. Las luces se apagaron y la función comenzó.
Observé al anciano lamentarse de su vida, contando de como comenzó una guerra con Dios, caminando en el escenario con lentitud... y lo sentí.
Frío.
La garganta se me hizo un nudo y un ardor muy extraño se expandió de mi cuello por todos mis pulmones. Podía sentirlos consumiéndose. De mi garganta comenzaron a salir tosidos muy leves, no era porque quisiera ocultarlos, era porque el aire se estaba acabando.
Mi rostro estaba frío pero había una sensación de bochorno que me inundaba de la cabeza hasta los pies. La garganta comenzó a arder con fuerza y algo me succionaba por la espalda, me jalaba con insistencia, cogiéndose de mis pulmones.
Me cogí del asiento que tenía adelante y levanté la cabeza, los focos del escenario me quemaron la vista y observe como todo se balanceaba ante mí, vi a sombras voltearse a mirarme.
Algo frío me tocaba el rostro y los brazos, yo ya sentía el aire desapareciendo por completo.
Me sacaron del auditorio con ayuda de otras personas mientras la obra seguía, me levantaron los brazos y me dieron agua, ni siquiera pude probarla bien. Estaba apunto de desplomarme, seguía ahogándome y un silbido resonaba cada vez que intentaba respirar. Ese frío seguía presente. Mis ojos estaban llenos de lágrimas.
Un chico. Un ser, apareció por la puerta con un inhalador en la mano e inhalé la sustancia tres veces. Todo se volvió claro.
La fuerza que estaba cogida de mis pulmones los soltó y mi garganta se abrió, rasposa y ardiendo. El frío que tocaba mi rostro se retiró y di las gracias, aunque apenas podía hablar.
Salí de ahí poco después.
La muerte, me había hecho compañía esa noche.

1 comentario:

Mar dijo...

me encanto la descripcion del momento ^_^