viernes, 13 de marzo de 2009

Fábulas sin final

Estabas ahí de pie, inmóvil. Habíamos pasado exactamente siete segundos en una total indiferencia y yo me seguía preguntando porqué estas cosas eran necesarias. ¿No era mejor salir corriendo y que cada uno muera de angustia? Luego me arrepentí de pensar en eso. La conciencia de él jamás se sentiría mal por algo que jamás hizo. Todo era absurdo. Doloroso y absurdo.
-¿Que hacemos aquí?- pregunté.
Más bien, la pregunta me la estaba haciendo a mí. No esperaba que respondieras.
-Supongo que hablar.
-Todo esto es innecesario- repuse, sin atreverme a levantar la mirada.
-¿Por qué lo dices? ¿Que está pasando?
-¿Crees que tengo la menor idea de que ocurre? Venir aquí a hablar contigo es lo más masoquista que he hecho esta semana.
Una nube de pena pasó por encima de ti. No estaba siendo dura contigo, estaba siendo honesta.
No te estaba mintiendo por primera vez en mi vida.
Por última vez... aunque sea.
-En realidad te sientes mal- dijiste y sentí que me estabas examinando.
-No...Es solo tu impresión- comenté con venenoso sarcasmo.
Me di cuenta que mis manos estaban temblando.
-Deberías de irte- le propuse, aún sin mirarlo -Estar aquí solo te quita el tiempo. Sabes que me curo yo sola.
-No.
Tu negación fue tan automática que me hizo temblar aún más.
-Vaya... ahora tienes un corazón de oro y te preocupas por mí. Ya basta... lo digo en serio- dije dándome cuenta que mis ojos empezaban a quemar.
Esa era una pésima señal de mi debilidad.
-No hagas esto- dijiste casi en un susurro -No te hagas esto.
-¿Hacerme qué?- mi voz comenzaba a flaquear -¿Llorar por algo tan absurdo como tenerte a tres metros de distancia? ¡Pero si pasa todo el tiempo!
Mi sonrisa en ese momento fue extremadamente amarga.
-Yo...- hice un esfuerzo y giré a verte. Ver tu mirada fue como si me estuvieran enterrando un puñal insistentemente -...jamás pensé que esto llegara a suceder ¿Sabías? Siempre juré...mantenerme distante de esta clase de cosas. Nunca se me pasó por la mente llegar a mostrar mi debilidad de esta manera y menos frente a...- no pude continuar porque las lágrimas comenzaron a salir como un torrente imparable.
A pesar de la distancia sentí que te dolía. Te dolía verme así. Oh vamos... compasión es lo único que sabes darme.
-¿Quieres que me vaya?- preguntaste con mucha tristeza en tu voz.
-¿Quieres irte?- pregunté limpiándome las lágrimas.
-No sé- estabas demasiado apenado, yo lo sentía -No creo que merezcas estar sola en estos momentos
-¿Has pensado en eso antes?- pregunté sintiendo que algo me estrujaba por dentro -¿Se te ha ocurrido las veces que esta clase de cosas han pasado?
-Lo lamento yo...
-No. No quiero que lo lamentes. No tienes la culpa de la manera que lo crees.
-¿Que puedo hacer por ti?
-Darme tu palabra que no te vas a olvidar de mí y desaparecer lo antes posible.
Cuando dije aquella oración me limpié las lágrimas que volvían a salir. Estaba siendo honesta. Dolorosamente honesta.
-¿En realidad quieres eso?
-Puedo vivir. Quizás lo haga sintiendo el vacío más grande que alguna vez he sentido, puedo vivir sabiendo que me falta la mitad de mí... pero puedo vivir. Prefiero eso a tenerte siempre recordándome que estás muy despreocupadamente pensando en como estoy mientras yo digo que estoy bien y los ojos se me dilatan de tanto llorar.
Se te acabaron las cosas que decir.
A mí también.
Te di la espalda y lloré en silencio.
No podía hacer otra cosa ahora que estaba segura que te irías. De todos modos... que tan difícil es prometer algo y olvidarte de alguien. En tu caso... olvidarte de mi sería muy fácil. Por lo menos eso era lo que yo creía.

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