martes, 24 de marzo de 2009

Sarcasmo Infantil

No hay ninguna posibilidad que cambiemos las cosas.
Sí. Efectivamente tenemos nuestras propias razones para odiarnos.
Y a pesar de eso la forma amigable de tratarnos en demasiado convincente.
Yo quiero desaparecerte y tú a mi.
Podríamos arreglarlo de muchas maneras.
Pero no optamos por ninguna, seguimos con esta amistad farsante y que es solo una mentira.
Nos sonreímos y hablamos ocultando el veneno.
Yo te odio.
Tu me odias.
Sigamos pretendiendo que solo somos amigas.
Lo único que ambas queremos, es encubrir lo que sentimos una por la otra.

Adivina, adivinador

Te pido señales para la continuación de mi existencia.
No me das ni la mitad de lo que ruego.
Me ahogo en mi propio Réquiem, me autodestruyo con mi propia melodía.
¿El día en que no esté te preocupará observarme en mi sepultura?
¿Te atreverás a asomarte por el cajón y derramar una mísera lágrima?
Moriré y por tu culpa.
Moriré por nuestra culpa.
Y mientras tranquilamente te despides no sientes que lo que llamo corazón brota lágrimas sangrientas, saladas, agrias.
Te pido señales para la continuación de mi existencia.
¿Que existencia?
Ahora que te he matado en un recuerdo.
No hay más existencia.

Jugemos

El juego del cual me hiciste participante no pudo estar en sus mejores momentos. Una historia que fascinó a tantos que la supieron y ahora llega a un final tan mediocre.
Ni siquiera hay un final. Solo hay una pausa, un continuará lleno de rencor inexplicable y masoquismo musical.
Por lo menos yo (como usualmente pasa) salí como la ganadora del premio mayor:
La sarcástica pena.
La insensibilidad de tu inocencia mandó señales de vida que ignoré y solo hubo más rencor.

Los lectores de nuestra historia se decepcionaron al verme derrumbar aquello que antes era tan maravilloso.
Era.
Firma este documento que expresa mi total desaparición. Voy a desaparecer.
Soy un fantasma.
Un fantasma a quien solo contactas cuando es necesario.
Después de aquella inútil excusa... puedes dejarme descansar en paz.

sábado, 21 de marzo de 2009

Los dedos fríos de la muerte

Corrí media cuadra. Ibamos a llegar tarde y eso no podía ocurrir. Llegé y entré directamente hasta mi asiento. Las luces se apagaron y la función comenzó.
Observé al anciano lamentarse de su vida, contando de como comenzó una guerra con Dios, caminando en el escenario con lentitud... y lo sentí.
Frío.
La garganta se me hizo un nudo y un ardor muy extraño se expandió de mi cuello por todos mis pulmones. Podía sentirlos consumiéndose. De mi garganta comenzaron a salir tosidos muy leves, no era porque quisiera ocultarlos, era porque el aire se estaba acabando.
Mi rostro estaba frío pero había una sensación de bochorno que me inundaba de la cabeza hasta los pies. La garganta comenzó a arder con fuerza y algo me succionaba por la espalda, me jalaba con insistencia, cogiéndose de mis pulmones.
Me cogí del asiento que tenía adelante y levanté la cabeza, los focos del escenario me quemaron la vista y observe como todo se balanceaba ante mí, vi a sombras voltearse a mirarme.
Algo frío me tocaba el rostro y los brazos, yo ya sentía el aire desapareciendo por completo.
Me sacaron del auditorio con ayuda de otras personas mientras la obra seguía, me levantaron los brazos y me dieron agua, ni siquiera pude probarla bien. Estaba apunto de desplomarme, seguía ahogándome y un silbido resonaba cada vez que intentaba respirar. Ese frío seguía presente. Mis ojos estaban llenos de lágrimas.
Un chico. Un ser, apareció por la puerta con un inhalador en la mano e inhalé la sustancia tres veces. Todo se volvió claro.
La fuerza que estaba cogida de mis pulmones los soltó y mi garganta se abrió, rasposa y ardiendo. El frío que tocaba mi rostro se retiró y di las gracias, aunque apenas podía hablar.
Salí de ahí poco después.
La muerte, me había hecho compañía esa noche.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Un café lunático

Comencé a frotarme las manos, observando como mi aliento, transformado en vaho subía por los aires hasta desvanecerse. Suspiraste y me miraste sonriendo, esperando a algo.

- Y eso ha sido todo. Vaya... que problema mas grande tienes.
- Ya lo sé. ¡Y si que estoy en un dilema, amiga mía!
- ¿Que vas a hacer?
- No lo se, no lo se. Todo esto me hace sentir todo un canalla. ¿Soy un canalla?
- No. Para mí solo estás tremendamente loco.
- ¡Loco! ¡Claro que estoy loco! ¡Tengo un corazón loco!
- No lo puedo comprender. ¿Como las puedes amar... tan tranquilamente?
- ¡Es tan complicado de explicar! ¡Amar a las dos!Y tratar de seguir viviendo.
- Háblame. Dame una explicación.
- Pues... verás. Una de ellas es el amor sagrado ¡Amiga de toda mi vida! ¡Quizás mi esposa y madre después...! Pero la otra... la otra es lo prohibido, el amor prohibido, el complemento de mis ansias. ¡Y no renunciaré a ella!
- No diré que comprendo. Tu situación es demasiado complicada. ¿Como has pasado años de tu vida con tremendo trama? ¿Con todo ese merengue de pasiones, engaños y conciencia?
- He acudido a ti por la misma razón amiga mía. Me has dicho que no soy un canalla, que no tenga explicación para mi pecado tan brutal. ¡Pero si estuvieras en mi situación...!
-Si estuviera en tu situación estaría loca. Tremendamente loca. Y al igual que tu, sin la más mínima explicación.

domingo, 15 de marzo de 2009

Extrañando a extraños

Cuando nos enteramos que Gilda murió, no sabíamos que decir ni que pensar.
Gilda, aquel personaje intimidante y grande que había robado tantas de nuestras cosas, que había gritado insultos y burlado profesores, ahora estaba muerta.
Debajo de la tierra...
Sus amigas habían abandonado su recuerdo junto con sus cosas y regalos. Gilda, sin ser una persona querida por todos y mucho menos agradable, había marcado nuestras almas con su ausencia.
Su muerte... nunca se pensó que nos afectaría de esta manera. Adiós, Gilda.
PD: Los nombres han sido alterados por seguridad.
PPD: Ella no murió... solo se que me ocurrió. Tampoco insinúo nada.

sábado, 14 de marzo de 2009

Plástico azucarado

"Con ironía, para mi muñeca favorita"
Bonita muñeca... ¿Que vas ahora a hacer?
Al parecer tus plebeyos comenzaron a correr
Límpiate los ojos azules ¿Porque vas a llorar?
Ahora que no hay nadie que te pueda abrazar
No hay nadie a quien puedas besar
Y que luego todas tus cosas tenga que cargar.
¿Que te pasa princesa?
¿Tu reino se comenzó a derrumbar?
No grites, bonita muchacha
¿Tus amigas te han dejado?
¿Sientes como si te hubieran abandonado?
¿No recuerdos que con todos sus novios te has besado?
De repente, muy mal comienzas a sentirte
¡Al parecer nadie quiere oírte!
Te sientes mas hasta bajo tu mismo techo.
¡La vida una pésima jugada te ha hecho!
Sientes como lentamente pereces
¿Te molesta si te digo que te lo mereces?
Dime princesa linda ¿A cuantos un beso diste?
¿A cuantos las manos les cogiste?
¿Y luego dijiste "de nada me serviste"?
¡Mira como lloras! ¡Como chillas y zapateas!
No te gustar saber que te han descoronado.
Que tu trono de reina han quemado
¡No llores muñeca plástica de ojos pintados!
¡Faltan cosas que aún no han pasado!
De los chicos que has usado
De las amigas que has traicionado
¡Bonita muñeca!
¡Que sola has quedado!

Ruinas Moradas

Algún pintor totalmente demente, pintó nuestra historia en un cuadro y se encargó personalmente de mandármelo. Lo observé en silencio, analizando las grises pinceladas de un cuento que jamás tuvo un final definido.
Un final alternativo.
Que mas da.
Detrás del lienzo se observan susurros y ecos de frases pronunciadas y pasos que ya no logro escuchar. Imágenes difícil de recordar y rostros borrosos que se pierden en el silencio. Pensar más en ello causa un dolor insoportable que arde... pero sin él sería casi imposible vivir. Solo quedan restos de algo que antes era bello y tan reconfortante. Quedan restos, ruinas descoloridas y que son solo recordadas por mí.
Las trato de arreglar con mis manos, pero me tiemblan y todo se derrumba.
De nuevo.
De nuevo has vuelto a empujarme al vacío después de un amistoso abrazo.
Todas las cosas que ignoras... todas las cosas por las que me haces pasar, y lo mejor (y quizás peor) de todo es que jamás sabrás todo.
Siempre voy a ocultarme cada vez más de ti. Te lo has ganado. Nos lo hemos ganado.

Sonríe


Sentía los 29ºC de un sábado que había pasado volando totalmente. Sentadas en un asiento macizo y casi hirviendo, debajo de una refrescante sombra, practicábamos sobre lo que ocurría. Confesiones, pesadillas, opiniones y planes para el futuro.
Observé algo que ocurría afuera, en el parque. Pensé que era una manifestación... hasta que aguzé la vista y entonces me puse de pie, poniendo una pausa a nuestro tema de conversación.
Corrí hacia la reja y luego me cogí de los fierros, tratando de mirar mejor lo que estaba pasando.
Cinco personas sostenían carteles y recorrían la calle, mostrándoselos a cada persona que veían. Uno de ellos grababa todo lo que pasaba y sonreía ampliamente.
Los carteles, expresaban frases escritas con crayones de colores.
- ¡Sonríe! ¡Sé feliz!
- ¡Estas vivo!
- Mañana ¡No! Hoy día ¡Sí!
- Sonríe. Hoy es tu día.
Me alejé de las rejas cuando desaparecieron entre las calles. Y mientras regresaba, pensé un poco que quizás tenían razón.
Nuevamente, otra coincidencia me da ganas de seguir viviendo.

viernes, 13 de marzo de 2009

Sayonara

"The sound of our voices made us forget everything, that have ever hurt our feelings"
Fueron años. Muchos años y nunca pensé que todo llegaría a un abrupto cambio. Siempre estuve convencida que terminaríamos de la forma en que todas terminan. Fotos en sepia, un marco elegante, una caja llena de cartas mandadas en clase y ecos de risas que acontecían todos los días.
Pero no fue así.
Ahora que no estás me pongo a pensar que te extraño entrañablemente.
No bastó con ver como la ciudad se transformaba en un pueblo fantasma cuando me dijeron que te ibas.
Hay oportunidades de verte de nuevo, lo sé, hay demasiadas... pero no es lo mismo.
A pesar de todo tu risa existe en los pasadizos y la suelo escuchar, me río con tu recuerdo. El sonido de tus cosas cayéndose en el salón me sigue y qué decir de las cartitas en clase que aún conservo.
No volverá a ser lo mismo sin tí ahí.
Terminaste siendo una parte muy especial. Y cada vez que lo recuerdo duele.
Duele más de lo que pensé que dolería.

Fábulas sin final

Estabas ahí de pie, inmóvil. Habíamos pasado exactamente siete segundos en una total indiferencia y yo me seguía preguntando porqué estas cosas eran necesarias. ¿No era mejor salir corriendo y que cada uno muera de angustia? Luego me arrepentí de pensar en eso. La conciencia de él jamás se sentiría mal por algo que jamás hizo. Todo era absurdo. Doloroso y absurdo.
-¿Que hacemos aquí?- pregunté.
Más bien, la pregunta me la estaba haciendo a mí. No esperaba que respondieras.
-Supongo que hablar.
-Todo esto es innecesario- repuse, sin atreverme a levantar la mirada.
-¿Por qué lo dices? ¿Que está pasando?
-¿Crees que tengo la menor idea de que ocurre? Venir aquí a hablar contigo es lo más masoquista que he hecho esta semana.
Una nube de pena pasó por encima de ti. No estaba siendo dura contigo, estaba siendo honesta.
No te estaba mintiendo por primera vez en mi vida.
Por última vez... aunque sea.
-En realidad te sientes mal- dijiste y sentí que me estabas examinando.
-No...Es solo tu impresión- comenté con venenoso sarcasmo.
Me di cuenta que mis manos estaban temblando.
-Deberías de irte- le propuse, aún sin mirarlo -Estar aquí solo te quita el tiempo. Sabes que me curo yo sola.
-No.
Tu negación fue tan automática que me hizo temblar aún más.
-Vaya... ahora tienes un corazón de oro y te preocupas por mí. Ya basta... lo digo en serio- dije dándome cuenta que mis ojos empezaban a quemar.
Esa era una pésima señal de mi debilidad.
-No hagas esto- dijiste casi en un susurro -No te hagas esto.
-¿Hacerme qué?- mi voz comenzaba a flaquear -¿Llorar por algo tan absurdo como tenerte a tres metros de distancia? ¡Pero si pasa todo el tiempo!
Mi sonrisa en ese momento fue extremadamente amarga.
-Yo...- hice un esfuerzo y giré a verte. Ver tu mirada fue como si me estuvieran enterrando un puñal insistentemente -...jamás pensé que esto llegara a suceder ¿Sabías? Siempre juré...mantenerme distante de esta clase de cosas. Nunca se me pasó por la mente llegar a mostrar mi debilidad de esta manera y menos frente a...- no pude continuar porque las lágrimas comenzaron a salir como un torrente imparable.
A pesar de la distancia sentí que te dolía. Te dolía verme así. Oh vamos... compasión es lo único que sabes darme.
-¿Quieres que me vaya?- preguntaste con mucha tristeza en tu voz.
-¿Quieres irte?- pregunté limpiándome las lágrimas.
-No sé- estabas demasiado apenado, yo lo sentía -No creo que merezcas estar sola en estos momentos
-¿Has pensado en eso antes?- pregunté sintiendo que algo me estrujaba por dentro -¿Se te ha ocurrido las veces que esta clase de cosas han pasado?
-Lo lamento yo...
-No. No quiero que lo lamentes. No tienes la culpa de la manera que lo crees.
-¿Que puedo hacer por ti?
-Darme tu palabra que no te vas a olvidar de mí y desaparecer lo antes posible.
Cuando dije aquella oración me limpié las lágrimas que volvían a salir. Estaba siendo honesta. Dolorosamente honesta.
-¿En realidad quieres eso?
-Puedo vivir. Quizás lo haga sintiendo el vacío más grande que alguna vez he sentido, puedo vivir sabiendo que me falta la mitad de mí... pero puedo vivir. Prefiero eso a tenerte siempre recordándome que estás muy despreocupadamente pensando en como estoy mientras yo digo que estoy bien y los ojos se me dilatan de tanto llorar.
Se te acabaron las cosas que decir.
A mí también.
Te di la espalda y lloré en silencio.
No podía hacer otra cosa ahora que estaba segura que te irías. De todos modos... que tan difícil es prometer algo y olvidarte de alguien. En tu caso... olvidarte de mi sería muy fácil. Por lo menos eso era lo que yo creía.