martes, 21 de abril de 2009

Una verdad, un escupitajo

Llovía estrepitosamente. Ella estaba gimiendo debajo de la lluvia, totalmente helada, deseando poder entrar a casa a saludar a su madre sin sentir que toda ella se derrumbaba de vergüenza. Todos aquellos años fueron necesarios para darse cuenta de lo que era.
Era lo que era.
Era Brittany.

Era viernes.
Oh si... todos los viernes eran iguales. Tan divertidos y tan reales que hasta dolían.
A veces le dolía. [...]
No le bastaba con saber que sus compañeras de aula decían que ella era una puta a sus espaldas, quería cada día llamar más la atención. Apuntarse una lección en el muslo y subirse la falda solo para que el profesor de historia la viera, desvestirse con pasos eróticos y caminar semi desnuda por todo el vestidor solo para presumir de su cuerpo en frente de las demás chicas.
-Vaya... pero que zorra es Brittany.

Sí. Amaba encontrar aquellos comentarios en todos lados. En las carpetas, en las puertas de los baños, en las paredes o en pequeños papeles que le metían en el casillero.
Terminó su clase favorita, gimnasia.
Hora de salida ¡Por fin! Quería salir de compras aquel día con su madre, comprarse unas faldas muy atractivas que había visto en un escaparate y escuchar los elogios de las personas que la veían pasar. ¡Vamos ya!
Pero recordó que era Viernes... y todos los viernes tenía una cita detrás de la escalera con Emerick, su seductor y casi enfermizo príncipe azul que solía tocarle el trasero cuando nadie los veía.
Por eso que a veces le dolía. Un jalón de cabello, una mordida de labio, un empujón contra la pared...
Dio la vuelta en el pasadizo haciendo chirriar sus mocacines negros y se encontró con Emerick apoyado en la pared.
No estaba solo.
Le pareció muy extraño ver a dos amigos de él acompañándolo.

-Brittany, por fin llegaste.
-No podía faltar- respondió ella acercándose a besarlo.
-Hola Brittany- saludaron los dos otros.
Ella saludó con una pequeña y falsa sonrisa.
-¿Que hacen ellos aquí?- preguntó en un susurro.
Emerick evadió su mirada y se mostró muy distante.
-Hoy las cosas no serán lo mismo- murmuró y cogió a la joven por los hombros -Ya no.
Brittany sintió como Emerick la arrojaba a los brazos de uno de los chicos que estaban ahí.
Connor, el mejor en baloncesto.
Él la miraba con ojos encendidos como un par de fósforos y después de darle un manoseo completo la arrojó a los brazos del otro. Kurt, el que no sabía donde estaba parado, pero si sabía que deseaba a Brittany en cada hormona alterada de su adolescente ser.
Y así fue.
Brittany se convirtió en pelota de los tres jóvenes. Miraba con ojos brillantes a Emerick, le rogaba que por favor parara. ¿Donde esta lo que le había prometido? Ella gritaba con la poca fuerza que le quedaban por los toqueteos y las zarandeadas, tenía la blusa rasgada y la falda rota, estaba casi desnuda.
Hubo un momento en que se tiró al suelo incapaz de seguir de pie.
-Nos vamos- dijo Kurt sonriendo y con una carcajada, los tres jugadores de aquel macabro juego desaparecieron por el pasadizo.

Semi desnuda, sola y llorosa, Brittany se miraba, pudorosa. No sabía que hacer, no supo como defenderse y ahora tampoco sabía que hacer para parar de llorar ni siquiera podía ponerse en pie.
Se puso su saco que casi nunca usaba encima y salió tambaleándose de la escuela hasta su casa.
Afuera llovía, el cielo estaba gris y rugía con fuerza.
Caminó hasta la puerta de su casa y ahí, se le quedó mirando con miedo.
¿Que iba a decir? ¿Qué rayos iba a hacer?
Llovía estrepitosamente. Ella estaba gimiendo debajo de la lluvia, totalmente helada, deseando poder entrar a casa a saludar a su madre sin sentir que toda ella se derrumbaba de vergüenza.
Todos aquellos años fueron necesarios para darse cuenta de lo que era.
Era lo que era.
Era Brittany.

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