martes, 25 de marzo de 2008

Una pesadilla para mi

Una pesadilla para mi. Y la tétrica imagen comienza.
Un edificio en una calle desierta, iluminada solamente por uno que otro farol, hojas de periódico estaban tiradas en el suelo, cual ciudad fantasma y muchos callejones ocultaban obscuridad y seres silenciosos que tal vez ni siquiera existía.
El edificio de lunas rotas y otras completas, llenas de polvo, obscuras.
Todo era silencio 14 pasos más arriba, la pintura ya sucia y llena de manchas negras.
Una escalera recorre todo el edificio hacia arriba, como una forma de escapar o subir hasta el final.
Cuando me doy cuenta, solo hay una ventana que contiene luz, una luz tenue, casi a punto de desaparecer. Subo la escalera, cada barra de hierro esta oxidada y sucia, no quiero ni olerme las manos. Hago un esfuerzo por no mirar hacia abajo y no notar la terrible altura en la que me encontraba. Llegué a la ventana donde podían haber personas y salté.
Aterricé en el suelo y abrí la puerta. Aquel terrible escenario nunca se irá.
Una habitación, parecida a las salas de emergencia de un hospital. Una luz blanca, tenue y un extraño olor a formol, o a uno de esos medicamentos.
Aquel lugar mas parecía una enfermería. Un grupo de niños sentados en círculo, miraban (o tal vez escuchaban) a un anciano sentado al medio. El levantó la mirada, me observó y sonrió como si me conociera, los niños no hicieron nada. Entonces me dieron la espalda mirando al anciano y comenzaron a cantar... " Oh señor ten piedad... de nosotros. Oh señor... ten piedad, de nosotros..." Era un ritmo tan conocido, tan lento, tan lleno de vergüenza y pena. Lo había escuchado muchas veces cuando iba a la iglesia, un ritmo de arrepentimiento. Levanté la vista con las manos sudorosas, con el olor a formol recorriéndome los pulmones.
Entonces el rostro del anciano se deformó y su cuerpo comenzó a cambiar horriblemente. De un momento a otro sentí como el ambiente a mi alrededor cambiaba y me estaba cayendo por la ventana hacia el duro y frío pavimento. Cerré los ojos antes de imaginarme el dolor que sentirían mis huesos al chocar contra el suelo. Di un respiro... y todo acabó.

Me desperté sudando, con las piernas temblando por el miedo. Cogí mi reloj que estaba en mi mesa de dormir... la hora... tres de la madrugada en punto.

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