viernes, 25 de abril de 2008

La princesa y el bufón

Hace mucho tiempo ocurrió una historia muy curiosa y también (supongo) conmovedora. La historia cuenta que en un pueblo muy lejano vivía un rey con una hija hermosa, bella como la primavera, joven y amada por todos. Pero en las últimas semanas de invierno, ella se había puesto muy enferma. Grandes y oscuras ojeras le aparecieron en el rostro, palideció increíblemente y se sentía débil. Todos los doctores del país fueron llamados y todos llegaron a la misma conclusión, la princesa estaba enferma internamente, sumida en una gran depresión. Nada era capaz de levantarla de la cama, y su padra trataba de alegrarla, llamando al bufón del cual era amo.
El bufón entraba y trataba de hacer reír a la princesa, a veces lo lograba, y en ocaciones tal era el cansancio de la muchacha que no tenía fuerzas ni para reírse, aunque lo deseara.
Pero nadie se había dado cuenta que sin su atuendo, el bufón admiraba a la princesa, trepado en los árboles o cuando nadie lo veía, admiraba la belleza de la muchacha, a pesar de su enfermedad y sentía pena. No solo de la condición de ella, también de él mismo.
"Ella es tan bella" pensaba tristemente "Yo solo soy un tonto bufón, a quien se le ha quitado el derecho de llorar, ella es tan perfecta, tan hermosa, delicada, tan gentil conmigo... y yo soy solo un bufón" se decía tristemente mientras la admiraba.
El rey cada día estaba mas preocupado, su hija empeoraba con el tiempo, hasta que la princesa habló. "Me hace falta la felicidad, padre amado" decía con voz ronca, tirada en su cama "Hay alguien que siempre me hace reír, y es el bufón, tráelo padre amado, él es mi única cura" El rey mandó traer al hombre, y éste trató de hacer lo que le pedían, pero la pena por sus pensamientos hacia la princesa era tan grande que no pudo.
Entonces la princesa se levantó, mostrando su delgada y delicada figura ante el bufón.
La muchacha se acercó tomando fuerza, y le ordenó levantar el rostro, para luego decirle dulcemente
-Tú has sido mi cura, y no eres más un bufón, deja de ocultar tu rostro, quítate el disfráz. Tú me has salvado de la más triste pena, y contigo me e de casar, porque así lo deseo yo. No eres más un bufón, y yo no soy más una triste princesa.
El bufón, después de años se aguantar, pudo llorar, finalmente dejó caer cuantas lágrimas pudo en sus manos y se cogió de los brazos de la princesa, que se arrodilló para abrazarlo y consolarlo. Dicho y hecho, la princesa se casó con el bufón, y éste se sintió el hombre mas dichoso del mundo, juntos, se fueron a formar una familia lejos de los lujos y los problemas, y así fueron hasta su vejez.
Nunca se arrepintieron de haberse casado, y la princesa nunca más se enfermó, y el bufón no volvió a sentirse miserable, ya no era un bufón, era el hombre mas feliz del mundo.

sábado, 19 de abril de 2008

Abuela

Hola abuela. No se si me escuchas, o si me puedes ver. Pero quería hablarte lo antes posible, uno no sabe si va a tener una mañana. Ahora debes de encontrarte muy bien, estoy segura de aquello. Mucho mejor que aquí. Aunque nunca tuve la oportunidad de hablarte, quería decirte que ahora quisiera conversar de muchas cosas, estudios, pasado, hasta que me tomaras cosas para la escuela. He pasado tantos años sin hacer caso a esta clase de cosas, que ahora es realmente impactante verme aquí, hablándote. Siempre veo tu foto ¿Sabes? Cuando entro en la cocina a cada momento, veo tu fotografía junto con una vela encendida, y si esta apagada pues la prendo. Tus ojos en la imagen se ven clavados en mi imagen, a veces creo que en serio me estas mirando, tal vez no desde aquel cuadro de madera, pero mi mamá dice que mi vigilas desde el cielo. ¿Es cierto? ¿Me miras desde allá arriba? Yo no lo sé, pero si lo hace te doy las gracias. Siempre sospeché ser una decepción para todos... he llegado al límite de sentir pena de mi misma. Gracias abuela, por escucharme, aunque ni siquiera se si lo puedes hacer, y lamento tu partida, aunque se que estas en un lugar mejor. Adiós abuela. Lamento si no fui, la nieta que esperabas.