Traté de abrazarla sabiendo que la maestra estaba ahí y ante la mirada sorprendida de dos curiosos, comencé a susurrar palabras de apoyo que en ese momento, eran las únicas que tenía.
Mientras me convencía que estaba más tranquila el tiempo se paró y vinieron a mi mente imágenes de mi pasado. Y todo aquello se me hacía familiar.
Me veía a mí misma llorando en clase y ahí estaba la verdad: Que nadie se había volteado a decirme que no llorase ni a ayudarme a sentirme mejor. Ni mi supuesta mejor amiga ni las personas con las cuales me reía y les hacía reír.
Me di cuenta de la cruda realidad en la que vivía, que estaba sola y no confiar en nadie era lo mejor.
Cuando tuve que consolarla de nuevo, sentí ganas de llorar a su lado, por pura pena de mi misma. Qué mas da, si nadie nos notaría y si lo hacían a nadie le importaba la verdad.
Hoy recordé parte de un pasado que aún sangra.
Hoy recordé cual es la verdad.
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